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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El adiós del buen empresario

Bill Gates vio mejor y antes que nadie que el mundo dependería del 'software'

SOLEDAD CALÉS

Quizá el cerebro humano —y no solo el ibérico— no da más que para elegir entre dos opciones, blanco o negro, Rolling o Beatles, Messi o Cristiano, Marisol o la Dúrcal, Marlon (Brando) o Paul (Newman). La tecnología también ha tenido su dualidad en los últimos 40 años: Gates o Jobs.

Estos dos hombres han protagonizado los avances informáticos de casi el último medio siglo. Los dos dejaron la universidad, los dos coetáneos, personal (nacieron en 1955) y empresarialmente (uno creó Microsoft en 1975 y el otro Apple en 1976). Durante décadas, Bill Gates arrastró la fama de copietas por parte de Steve Jobs y su Apple —como ahora se le achaca a Samsung—, pero Gates, que desde el martes es un simple “asesor tecnológico” de la compañía que fundó, fue (es) mucho más que eso.

Gates vio mejor y antes que nadie que el mundo dependería del software (el lenguaje informático) más que del hardware (las máquinas) y que, además, iba a ser mucho más rentable. La humanidad con ordenador creció con Windows (apenas un 3% tenía Mac) y las empresas, con Office (alrededor del 70%).

Cierto es que Gates no entendió a tiempo la importancia de Internet ni de la movilidad, pero también lo es que en otras ocasiones llegó demasiado pronto, y fracasó. Microsoft sacó la primera pantalla táctil para móvil y la primera tableta y el primer reloj inteligente, incluso el primer ordenador sin disco duro, conectado a Internet, 10 años antes de que Google apareciera con los Chromebooks, pero en ningún caso tuvo éxito. Pese a esos fracasos, no ha habido empresa tecnológica con mayores beneficios a lo largo de su historia.

A punto de cumplirse los 40 años de Microsoft, Gates se va. El hombre más rico del mundo desde 1995 (cierto, a veces cayó al tercer puesto), deja un imperio sano que emplea a 130.000 personas, dirigido con escasos sobresaltos. Su patrimonio le seguirá dando dividendos para fortuna —valga la paradoja— de los pobres del mundo. Su fundación destina a países desfavorecidos la mitad que el Gobierno de EE UU. Si en el siglo XX Gates trabajó para poner un Windows en cada casa, en el XXI lo hace para poner una vacuna a cada niño.

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