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Tribuna
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El modelo de negocio de Alemania

El superávit corriente alemán eleva el tipo de cambio del euro y daña a otros países

 Angela Merkel ha formado su nuevo Gobierno de forma satisfactoria. Tras la pausa propiciada por el proceso electoral ha llegado el momento de afrontar de nuevo los retos de la política real. Además de las reformas necesarias en los asuntos de política interior, una de las cuestiones principales es la relacionada con la continuación del compromiso alemán respecto a la política del euro y la política europea.

No obstante, el nuevo Gobierno deberá hacer frente, asimismo, a otro tema destacado: el superávit alemán por cuenta corriente es objeto cada vez de mayores críticas. La Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Ministerio de Finanzas norteamericano han expresado su inquietud por el desequilibrio existente entre las importaciones y las exportaciones alemanas. En 2012 las exportaciones alcanzaron el 43% del producto interior bruto (PIB) alemán. El superávit por cuenta corriente se situó en aproximadamente 170.000 millones de euros o el 6,4% del PIB, y en el primer semestre de 2013 superó la cifra del 7%.

En realidad, desde 1952 Alemania ha venido exportando siempre más de lo que importaba. Sin embargo, mientras que el superávit osciló durante mucho tiempo entre el 1%, el 2% y hasta como máximo el 4% del PIB, tras el cambio de milenio la cifra superó el 6% y desde entonces se mantiene persistentemente en este nivel. ¿Se trata simplemente del resultado de una competitividad superior o hay algo que falla en el modelo de negocio “Alemania”?

El superávit alemán por cuenta corriente se genera actualmente sobre todo fuera de la eurozona o de la UE, con Asia, Europa del Este y EE UU, por lo que no perjudica directamente la estabilidad de la eurozona. No obstante, la debilidad de las importaciones alemanas, asociada a su potencia exportadora, mantienen elevado el tipo de cambio del euro, lo que afecta a las exportaciones y al crecimiento de otros países de la zona euro.

La Comisión Europea ha debatido el establecimiento de un límite del 6% del PIB para el superávit en la balanza comercial. Si un país —especialmente una economía tan importante como la alemana— supera este límite, los desequilibrios pueden dañar la estabilidad de forma similar a lo que sucede cuando se superan los criterios de Maastricht en las finanzas públicas.

La economía germana invierte demasiado poco; el freno a la deuda, aunque pueda estar justificado, bloquea las inversiones públicas

¿Pero qué se puede hacer? El gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer, manifestaba recientemente con mucho acierto que Alemania no debería comprometer sus ventajas competitivas porque el conjunto de la zona euro fuera a padecer las consecuencias. Se trataría, por tanto, de fortalecer el consumo y las inversiones internas en Alemania sin poner en peligro sus exportaciones. Porque también estos desequilibrios suponen una amenaza para la propia Alemania: los activos exteriores que se acumulan por los excedentes alemanes de exportación conllevan elevados riesgos de pérdidas —véase la quita de deuda en Grecia—. El Instituto Alemán para la Investigación Económica (Deutsches Institut für Wirtschaftsforschung, DIW) ha calculado que, desde 1999, los alemanes han acumulado pérdidas de 400.000 millones de euros por sus activos exteriores.

¿Cómo actuar entonces? Por supuesto, no es posible vigilar las fronteras para impedir el paso de las exportaciones. El llamamiento a los alemanes para que consuman más, especialmente productos extranjeros, tampoco parece una táctica prometedora. No obstante, el Gobierno de Angela Merkel puede adoptar medidas para generar crecimiento, crear puestos de trabajo y fortalecer la demanda interna y las inversiones interiores.

Y es que Alemania invierte demasiado poco; el freno a la deuda, aunque pueda estar justificado, bloquea las inversiones públicas. El cambio del modelo energético genera inseguridad y un clima negativo para la inversión en el mercado energético. El llamado “freno a la subida de los alquileres” frenará también las inversiones en la construcción de viviendas. La regulación excesiva del conjunto de las infraestructuras también afecta negativamente a la inversión, por lo que es preciso liberalizar el mercado para servicios de infraestructuras y generar un clima propicio para más inversiones privadas con una reglamentación favorable para la competencia y los inversores, así como con unas condiciones marco fiables.

Asimismo, el Gobierno podría continuar reduciendo las barreras burocráticas para la creación de empresas y fomentar las participaciones de capital riesgo. Al mismo tiempo sería necesario —moderadamente y en el marco de la autonomía de negociación colectiva— sopesar la posibilidad de aumentar los salarios y seguir mejorando las oportunidades laborales de las mujeres. Todo esto estimularía la demanda interna y las inversiones, reduciendo de esta manera el superávit en la balanza comercial alemana.

Mario Draghi ha constatado acertadamente que no serviría de nada debilitar a Alemania con el objeto de solucionar el problema de los excedentes de exportación, puesto que “debilitar al más fuerte no fortalece a los débiles”. Y ha exigido, también de manera acertada, que sean los demás Estados los que mejoren su competitividad para situarse al nivel de Alemania. Sin embargo, Alemania también debería actuar contra unos desequilibrios que pueden resultar peligrosos a largo plazo, en su propio interés y sin perjudicar por ello a sus propias exportaciones.

Roland Berger, Prof. Dr. h.c., es fundador y presidente de honor de Roland Berger Strategy Consultants.

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