No soy de un pueblo de bueyes
“Los bueyes doblan la frente impotentemente mansa delante de los castigos; los leones la levantan y al mismo tiempo castigan con su clamorosa zarpa”, escribió Miguel Hernández cuando el levantamiento del general Franco contra el legítimo Gobierno de la República. Hoy, 78 años después, en un barrio de Burgos el pueblo se rebela. El cuerpo social de este país revienta por las costuras harto de corrupción, de injusticia, de desesperanza ante la implacable radiografía: el espectro político desde la izquierda a la derecha, tocado de escándalos y abusos; el Estado de bienestar en derribo (la sanidad, la educación, la dependencia); el paro, imparable; España, malbaratada a los inversores extranjeros; y la Monarquía, supuesto garante y árbitro más allá de las contingencias sociales y políticas, afectada igualmente por la metástasis.
Los políticos, mientras tanto, tratando de ocultar con eufemismos la realidad: para hacer “sostenible” el Estado de bienestar, lo desmantelan. A la emigración de la generación mejor preparada la llaman “movilidad exterior”. Pero el pueblo, que no es tonto y siempre habló en román paladino, ha dicho basta. Ha sucedido en el barrio de Gamonal en Burgos. Atención, poderosos: este no es un pueblo de bueyes.— Benito Camacho Martín.
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