La verdad en marcha
Snowden ha dado un vuelco a las estructuras de poder más secretas y peligrosas del planeta
Misión cumplida. Tiene 30 años, pero habla como si lo hubiera hecho todo en la vida. “Todo lo que quise intentar lo he conseguido”, ha dicho en vísperas de Navidad a The Washington Post. “Yo no quería cambiar la sociedad, sino dar a la sociedad la posibilidad de decidir si quería cambiar ella misma”. No es un profeta, ni un líder religioso. Pero su balance es exacto. En medio año ha conseguido dar un vuelco a las estructuras de poder más secretas y peligrosas del planeta. El espionaje ha empezado a cambiar a toda velocidad tras las filtraciones de Edward Snowden el pasado mes de junio, cuando reveló el alcance y la profundidad del control global de las comunicaciones por parte de la Agencia Nacional de Inteligencia (NSA) de Estados Unidos, institución para la que había trabajado.
Ningún obstáculo se oponía hasta ahora a la recolección de miles de millones de datos privados por parte de la agencia especializada. La facilidad venía dada por la extensión de las tecnologías, que convierte a los usuarios en inconscientes agentes informadores de sus propias comunicaciones. Las principales empresas del sector han colaborado en el suministro directo de estos datos a la inteligencia estadounidense. Sobre el papel, solo eran metadatos, datos sobre datos —identidad, duración o lugares desde donde se producen las comunicaciones—, pero en ningún caso los contenidos de las conversaciones o los mensajes, aunque basta con su recolección y procesamiento en cantidades astronómicas para obtener informaciones de gran relevancia. Eso no era suficiente para la NSA. Gracias a la colaboración del Gobierno británico y de Google y Yahoo, los espías de Washington pincharon las redes de fibra óptica de todo el mundo, accediendo así a contenidos de mensajes emitidos y recibidos también por estadounidenses sin someterse a control jurídico ni parlamentario.
Las escuchas de mandatarios extranjeros mediante el pinchazo de sus móviles es la anécdota picante que adereza esta siniestra ensalada de espionaje global, con sus correspondientes protestas diplomáticas. Al final, hemos sabido algo que no debíamos ignorar, que también los aliados y amigos se espían y apenas hay reglas de juego en el espionaje. Las que hay satisfacen la distribución del poder en el mundo.
El alcance de los documentos sustraídos de la NSA todavía se desconoce, pero el daño sufrido en el prestigio de EE UU y de Obama ya es incalculable. La primera reacción fue tachar de traidor y bellaco al filtrador. Pero la siguiente ha sido la exigencia de límites y de reglas de juego, por parte de las empresas, la justicia e incluso los expertos del Gobierno. La verdad está en marcha y nada la frenará. Lo dijo Snowden cuando todo empezó, emulando al escritor francés Émile Zola. De momento lleva razón y este es sin duda el acontecimiento más trascendente del año que termina. ¡Feliz 2014!
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