Un clásico
El 9 de noviembre, fecha elegida para el referéndum catalán, es el día de la patrona de Madrid
Aunque soy madrileña, el proceso soberanista catalán me ha inspirado desde su comienzo más escepticismo que otra cosa. Ese sentimiento no se ha disipado. Al contrario, después de la declaración de Mas, soy aún más esceptica que antes.
Si los referéndums se convocan para ganarlos, lo mejor sería plantear una sola pregunta con dos únicas respuestas posibles, sí o no. ¿Quiere usted que Cataluña deje de formar parte de España y se convierta en un Estado independiente?, por ejemplo. Mientras Mas precisaba que el término Estado se escribiría con mayúscula, yo tenía la impresión de que pensaba en los presupuestos que solo sacará adelante con el apoyo que ERC ha condicionado al anuncio del referéndum. Y diría incluso que sería feliz si la mayoría contestara primero sí y luego no, porque eso —¡ay, Virgencita!— le dejaría como está. Que haya planteado un proceso como este cuando existe una posibilidad, probablemente elevada, de que su resolución no signifique nada, refuerza esa impresión.
Rajoy no es menos rehén de sus compañeros. Con el aliento de Aguirre en la nuca, no es que no quiera negociar, es que no puede hacerlo sin arriesgarse a recibir una puñalada por la espalda. Su dureza no solo no es una virtud. Es una necesidad tan imperiosa como la que ha casado a Mas con ERC. Si en un conflicto como este ambos líderes están haciendo lo que no quieren hacer porque no pueden hacer otra cosa, el panorama dibuja un tenebroso esperpento. Para frivolizarlo, basta la elección de la fecha. A lo mejor, ustedes no han reparado en que el 9 de noviembre es el día de la patrona de Madrid. Yo sí, porque es mi santo. Y como soy escéptica, y del Atleti, la elección de esa fecha concreta sobre las 364 restantes me ha recordado, sobre todo, al ambiente previo de los Madrid-Barça. Lástima que aquí no pueda ganar el mejor, porque no hay ninguno.
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