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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

El povera tiene un pasado (2)

Anatxu Zabalbeascoa

Instituto Central de Tecnología Educativa, (1988) en Nueva Delhi, de Raj Rewal Associates. FOTO: Raj Rewal

Y una razón de ser. Más allá de apurar los presupuestos, tradiciones como el empleo de materiales locales (ladrillo o piedra arenisca) o la puesta al día de recursos tradicionales (celosías, patios o parasoles) tienen un valor cultural y, por lo tanto, educativo. Este Instituto de Nueva Delhi, cercano al parque arqueológico de Mehrauli, se dedica a elaborar programas pedagógicos para la juventud rural. Así, la oportunidad de demostrar cómo trabajar desde la escasez y cómo representar la cultura indo-islámica es algo más que un capricho estilístico.

El arquitecto Raj Rewal es un especialista en depurar tradiciones y en poner al día el respeto hacia el genius loci. Aquí, volúmenes cúbicos conectados con patios internos rodean un espacio central formado en torno a un árbol que ya existía. Los pisos superiores están retranqueados para formar terrazas. Los patios de piedra arenisca roja están unidos por pasajes que modulan la luz, el calor y las vistas al exterior. El trabajo de Rewal en este centro, o en la Villa para los Juegos Asiáticos de la misma ciudad, es una de las lecciones de la mirada hacia el pasado que ofrece el Atlas Phaidon de la Arquitectura Mundial del siglo XX. Esa historia está plagada de ejemplos de grandes edificios levantados con escasos recursos. Así, otro inmueble modélico está en Hiroshima, a poco más de un kilómetro del lugar donde cayó la bomba en agosto de 1945. Nueve años después, Togo Murano levantó su Monumento a la Paz del Mundo. La nueva catedral debía sustituir a la antigua iglesia de Noboricho destrozada en el centro de la ciudad. Y así, convertirse, además de en un templo en un recuerdo, un ensayo y una lección. Murano empleó por primera vez hormigón armado cuando la construyó en 1954. Y luego hizo de ese material su principal recurso. Los volúmenes, sencillos y monumentales, permiten la decoración que, en opinión del arquitecto, “acerca la austeridad monumental a la escala más humana de la experiencia”. El cemento mezclado con ceniza refuerza la materialidad de la fachada y, a la vez, recuerda sutilmente el horror que hay en la muerte violenta de más de 100.000 personas.

 

Monumento a la Paz del mundo, 1954, de Togo Murano en Hiroshima. FOTO: Shinkenchiku-sha

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