Diez reglas para todo hombre (según Morrissey)
El cantante ha publicado 'Autobiography', un libro lleno de máximas sobre su personalidad y la masculinidad en general
El periodismo musical no existiría si no fuera por Morrissey. Por él y por otros artistas de su subespecie como Bob Dylan, Johnny Rotten o Kanye West, siempre dispuestos a soltar carnaza ante la prensa para luego pelearse con ella. Así las cosas, la Autobiography que el letraherido Morrissey acaba de publicar era algo que tenía que pasar, y cuando lo ha hecho ha sido colocada directamente y por imperativo del cantante en la prestigiosa colección Classics de la editorial Penguin, al lado de Nabokov, Joyce u Orwell.
Las discotecas son refugios para deficientes mentales. Hechos por gente imbécil para gente imbécil
Quienes edificaron su educación sentimental a partir de la letras y la estética de los Smiths han (hemos) acudido presurosos a estas muy publicitadas memorias en busca de una dosis extra –457 páginas en la edición inglesa– de la florida prosa y las radicales opiniones de this charming man. Si el legado musical de Mozz ha consolado a casi dos generaciones de hombres confusos –aunque no los haya ayudado mucho a salir de su confusión–, el afilado verbo que el de Manchester ha ido usando en su relación de amor-odio con la prensa y las poéticas evocaciones de su Autobiography dan para un decálogo sobre cómo ser un hombre maduro, interesante, sensible y con un buen tupé en tiempos de aflicción.
1. No comas carne. O, más que eso, ni siquiera te quedes mirando al depravado espectáculo de ver a otro ser humano devorar un animal indefenso. El vegetarianismo es sin duda la postura pública más conocida y beligerante de Mozz. Los rumores dicen incluso que ha llegado a despedir a algún músico porque ha descubierto que durante la gira se había zampado una hamburguesa. En el libro, en cualquier caso, describe la escena en la que, tal como si se tratara de una cruel carambola del destino, se encuentra por primera vez con Jake Walters, el que fuera su única pareja conocida, en un restaurante mientras a éste le sirven “lo que parece ser un plato de comida para perro”.
“De repente, llega un momento en el que ya no puedes convivir con ello, y la única forma de protesta que te queda en honor al animal es abandonar la escena. [...] Nadie puede estar tan hambriento como para sentir la necesidad de arrebatar una vida para sentirse satisfecho [...] Es un hábito; pereza y nada más.” (Página 274)
En su inflamada retórica, comer carne es un crimen atroz “al mismo nivel moral que el abuso de menores. Es lo mismo. Los animales son como niños, acuden a nosotros en busca de protección. Nuestro deber es protegerlos", Mozz dixit en el documental The Importance of being Morrissey, de 2002.
2. Desprecia la política y a los políticos. En cronológica coherencia, la autobiografía de Morrissey comienza en las humildes calles del Manchester de su infancia. Por sus orígenes, no extraña la animosidad que el autor de Margaret on the guillotine expresa hacia Thatcher:
Ni dama, ni de hierro, Thatcher es una leñera filosófica incapaz de reconocer sus errores. Ávida de poder, se deleita destruyendo a los mineros [...] Su demoníaca influencia cubre de sombras el alma extraviada de Inglaterra. (Páginas 143 y 144 de Autobiography)
Tampoco siente simpatías por la familia real británica, entre otros motivos porque “disfrutan con la caza del zorro. Son gente despreciable”, en particular la reina, que “es una dictadora” que lo único que hace es “arrebatarle el dinero al pueblo inglés”.
Y a pesar de que en ocasiones sus declaraciones y la letra de algunas canciones han sido interpretadas en clave xenófoba, Morrissey se desmarca en sus memorias de cualquier filiación ideológica organizada. Es un tipo demasiado estiloso para bajar a la arena política. En el mencionado documental, le preguntan a Morrissey si le gusta el fútbol: “Si en vez de echarse encima de una pelota, lo hicieran de un político, me interesaría. Si pateasen a Tony Blair en lugar de un objeto esférico, estaría cautivado por el fútbol.”
3. Nunca lleves trenca. Llega un momento en la vida de todo hombre adulto en que mostrar demasiado entusiasmo por la ropa hace feo. Morrissey hace ya mucho que alcanzó el estadio de elegancia perpetua, pero hubo una época en que trataba de lograr el look definitivo –“un cruce entre Oscar Wilde y James Dean”–, al tiempo que expresaba opiniones bastante intolerantes sobre estilismo:
“Encuentro que mucha gente tiene un dilema con los zapatos. Calzar los zapatos equivocados te puede arruinar la vida. Por supuesto que todo el mundo debe ser juzgado por su ropa [...] Todos sabemos que no está bien hacerlo, pero eso no importa. Me resulta absolutamente imposible hablar con alguien si lleva puesta una trenca, tanto da quién sea y cuáles sus intenciones... o si llevan un corte de pelo repugnante, soy incapaz de soportar una conversación con alguien así.”
4. Córtate el pelo. La cuestión del peinado no admite debate en el universo de Morrissey, puesto que “si tienes mal el pelo, toda tu vida irá mal. Un nuevo peinado puede cambiar por completo tu visión de la vida y tus ideas políticas... El pelo gobierna el cuerpo... ¡Es un hecho irrebatible!”. De modo que puedes está bien ser afeminado, pero quedas advertido de que “el pelo largo es una ofensa imperdonable que debería penarse con la muerte”.
5. Huye de las discotecas. Burn down the disco. Hang the blessed DJ es uno de los estribillos más coreados de los Smiths. Tanto que muchos DJs lo han pinchado con ironía. Pero el desprecio de Morrissey hacia la música electrónica y el público al que atrae no tiene nada de retórico.
En Autobiography recuerda que lo invitaron a la inauguración del mítico Hacienda de Manchester, un club que, según él, estaba destinado...
... inicialmente para la agonía secreta de un público secreto, pero pronto llegaron autobuses repletos desde Blackburn y Bolton y comenzaron a descargar bailarines de música disco desfigurados y gnomos gordinflones devoradores de pastel de carne con sus rizos color zanahoria y apestando a cerdo en conserva que reclamaban el Hacienda como si fuera su retrete público” (página 142).
Expresándose de una forma algo más concisa, Morrissey resumió el asunto en 1992 con una sola frase: “Las discotecas son refugios para deficientes mentales. Hechos por gente imbécil para gente imbécil”.
6. Deja de hacerte el macho. Más que una cuestión de orientación sexual, los hombres demasiado masculinos le resultan poco interesantes a Morrissey. Se trata, según él, de una “verdad no reconocida: los hombres afeminados son muy ingeniosos, mientras que los machotes son más aburridos que la muerte” (página 48). En una entrevista de 2007 ya afirmó:
Todos tenemos un lado femenino en nuestra personalidad [...] Ese lado está asociado al arte, y muchos se sienten amenazados por él porque está relacionado con el intelecto y la superioridad.
7. Pero muestra cierta indiferencia hacia las mujeres. No se trata tanto de misoginia como de una incomprensión genética hacia los atractivos del sexo opuesto. “Misteriosamente, las chichas se sentían atraídas hacia mí... y yo no entendía por qué, puesto que a pesar de que mis torpes incursiones daban en la diana, no sentía ninguna excitación” (página 75). De hecho, no será hasta que el glam rock entró en su vida que Morrissey se enamoró de algo que se parece a una hembra: “La primera mujer de la que me enamoro es el Jerry Nolan de la portada del primer álbum de los New York Dolls” (página 73).
8. Deja de ponerte cachondo. En realidad eso, para Morrissey, es más fácil que para la mayoría. Su naturaleza idealista y melancólica le hace sentir un rechazo hacia el sexo como acto gimnástico. Desde siempre, Morrissey ha cultivado una calculada ambigüedad acerca de su sexualidad, aunque como mencionábamos en el primer punto, finalmente reconoció una relación más o menos estable con un hombre, pero solo cuando “por primera vez el eterno ‘yo’ se convierte en ‘nosotros’ y por fin puedo estar con alguien” (página 274). Por entonces, Morrissey tenía alrededor de 35 años. En este sentido, Morrissey había coqueteado desde muy joven con el celibato, y en la entrevista para un picture disc de 1983 afirmaba que estaba “apenas a unos centímetros de meterme en un monasterio”. Se trata, como él mismo se lo reconoció a David Bowie, de una actitud muy poco rocanrolesca:
David me dice, ‘Ha habido tanto sexo y tantas drogas en mi vida que no puedo creer que aún esté vivo’, a lo que yo le replico levantando la voz, ‘Pues, ¿sabes qué? Ha habido TAN POCO sexo y tan pocas drogas en la mía que no puedo creer que aún esté vivo” (página 245).
9. Comprométete con tu arte. Es el destino, claramente, quien te escogerá a ti, pero una vez sientes la llamada tu compromiso deberá ser a vida o muerte. A Morrissey la providencia se le presenta con las primeras emisiones del programa Top of the pops, cuando apenas tiene seis años de edad:
Toda actividad humana se antoja inútil comparada con los chicos y chicas que cantan en televisión, pues ellos han encontrado la respuesta mientras el resto buscábamos la pregunta. Yo también cantaré. Si no, debo morir (página 43).
10. Da de qué hablar. “La mayoría de gente que hace música no tiene nada que decir como entrevistados”, dijo Morrissey al L.A. Weekly. Evidentemente, “yo soy la excepción a la regla. Por eso me mantengo alejado de todo el mundo, porque no quiero que me etiqueten, no quiero pertenecer al rebaño. Encuentro más interesantes a los que se dedican a cavar zanjas que a los músicos y cantantes”.
Y como consecuencia directa de esa actitud, Morrissey se sabe juzgado y a menudo malinterpretado. O tal vez no tan malinterpretado. Leemos en la página 201: “Cuando escucho a alguien decir que soy ‘un poco excesivo’ (lo que es una manera amable de decir que eres ‘insoportable’), entiendo por qué lo piensan. Yo me digo a mí mismo que, es cierto, soy un poco excesivo – si no lo fuera, no me iluminarían los focos”.
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