Vuelta de tuerca
El Asad inutiliza sus fábricas de armas químicas y difumina la crueldad de su régimen
El régimen sirio ha completado la destrucción de sus fábricas de armas químicas y lo ha hecho un día antes de que concluyera el plazo fijado por la ONU. Bachar el Asad cumple así con el compromiso que le evitó un castigo militar por saltarse la “línea roja” fijada por Estados Unidos: el ataque con gas sarín que mató a un millar de personas cerca de Damasco en agosto, y cuya autoría sigue negando.
Aquel episodio, que pareció marcar el destino del dictador, se ha convertido al final en un trampolín para rehabilitar su imagen internacional, o al menos para presentarlo como alguien con el que se puede pactar. En este empeño, El Asad cuenta con la ayuda impagable de los grupos yihadistas, aliados de Al Qaeda, que han fagocitado a las milicias opositoras y cuyas atrocidades han logrado opacar la brutalidad del propio régimen.
Por lo que respecta a las armas químicas, ahora queda lo más difícil: la destrucción de casi 1.000 toneladas de agentes tóxicos, que deberá estar finalizada a mediados del año próximo. Eso contando con que el régimen sirio haya declarado todo su arsenal.
En cualquier caso, el éxito en este capítulo, que es una buena noticia, no puede relegar en las agendas internacionales la catástrofe humana que sufren los sirios. La guerra, que dura ya dos años y medio, ha provocado al menos 100.000 muertos, dos millones de refugiados que peregrinan fuera de sus fronteras y cinco millones de desplazados internos, un tercio de la población total. La necesidad de alimentos y medicinas se hace más urgente ante la llegada del invierno. El reciente brote de polio infantil, enfermedad que estaba ya erradicada en Siria, es la prueba más dramática del colapso del sistema sanitario. Los expertos creen que el virus ha sido introducido por combatientes islamistas procedentes de Pakistán, donde la polio es endémica.
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La respuesta internacional a los llamamientos de las organizaciones humanitarias ha sido lamentable. De los 1.500 millones de dólares solicitados, la ONU solo ha conseguido recaudar el 61% de la cantidad prevista para la asistencia de los refugiados, y el 31% de la ayuda destinada a la población dentro de Siria.
Particularmente cicateros se han mostrado Rusia, China y los países del Golfo, que en cambio financian generosamente a las facciones en lucha, convertidas en peones de la pugna geoestratégica y sectaria encabezada por Irán y Arabia Saudí.
De ahí que las perspectivas de una salida política sean tan complicadas. Estados Unidos y Rusia no solo tienen que ponerse de acuerdo: deben, además, forzar la mano a sus propios aliados regionales. Los intentos de promover una salida política se han venido posponiendo tras el naufragio de las conversaciones sostenidas en Ginebra en febrero de 2012. Retrasar ahora la nueva conferencia de paz, prevista para finales de noviembre, sería un fracaso imperdonable.
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