¿Vale todo por el catalanismo?
Me refiero al artículo de los profesores de Riquer y Albareda en estas páginas (26 de octubre de 2013) sobre otro mío anterior (16 de octubre de 2013). No es cosa de aburrir a los lectores con querellas de historiadores. Arrieritos somos... Pero no me parece bien acusarme de “tono excitado” y de hacer “aseveraciones sesgadas e incluso erróneas” para luego atribuirme afirmaciones que, sencillamente, no están en el artículo, como que “los historiadores catalanes estamos ofreciendo una interpretación histórica llena de falsedades”. Tampoco he dicho que “el catalán tiene un relieve insignificante” sin más, sino “comparado con el castellano”, ni he hablado del “tigre separatista”, como los profesores afirman, acusándome seguidamente de utilizar “retórica franquista”. Quizá no estén excitados, pero prodigan lindezas a discreción: además de todo lo anterior, me acusan de intoxicar, de emplear “metáforas impropias de un demócrata”, de faltar al rigor, de no estar documentado, de basarme “en unas supuestas teorías conspirativas”, de negarme “a conocer la realidad de la situación catalana”...
Como digo, los temas de discusión son largos y complejos, y tratados como se merecen ya no tienen cabida en artículos de opinión de un diario. Solo quiero referirme a una afirmación de los profesores: atribuir la actual marea separatista a que el Tribunal Constitucional “laminó” el tercer Estatut y a una cuestión de inversiones, olvidando el inusitado origen de ese Estatut (“apoyaré el texto que me presente el Parlamento de Cataluña”) y el escaso apoyo popular que obtuvo (35% del censo), me parece, por no emplear un tono excitado, poco convincente.— Gabriel Tortella.
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