Patriotismo
A lo largo de este verano, una palabra vieja y noble, responsabilidad, ha caído en desuso
Espero que hayan tenido ustedes un buen verano. El mío lo ha sido, y sin embargo no se imaginan cómo les he echado de menos. Desde que me despedí de esta página, no ha pasado un día sin que me mordiera los puños por estar de vacaciones. A solas, en la playa, me preguntaba quién habría sido el responsable de las víctimas de Angrois si el maquinista, en lugar de despistarse, hubiera tenido un infarto. La respuesta, nadie, vale lo mismo para esa tragedia, para la financiación ilegal del PP, para los millones de Bárcenas, para las consecuencias de los recortes, para una realidad que multiplica a diario el dolor y la incertidumbre de millones de españoles.
A lo largo de este verano, una palabra vieja y noble, responsabilidad, ha caído en desuso. La que está de moda es culpabilidad, porque todos los responsables alegan que hay que dejar trabajar a los jueces, como si una absolución penal disolviera las responsabilidades políticas de quien no ha pisado el acelerador, ni ha rechazado el ingreso de un enfermo, ni ha detectado la desnutrición de un alumno, pero ha impuesto los recortes que han generado el deterioro de las condiciones de vida, cuando no la muerte, de tantos ciudadanos desamparados.
Siempre, eso sí, les quedará Gibraltar. Los bloques, los pinchos, los metros cuadrados de mar patrio, han vuelto a representar un inesperado salvavidas para un Gobierno acosado. Ya se sabe que la pérfida Albión nunca se niega a echar un cable, pero parece mentira que el clamor del patriotismo barato haya vuelto a funcionar a favor de quienes eluden los compromisos del único patriotismo verdadero, que consiste en asumir responsabilidades por el bien común. Así que, por primera y ojalá última vez en mi vida, voy a gritar ¡Gibraltar español! A ver si, por lo menos, ese caladero de irresponsabilidad se agota de una vez y para siempre.
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