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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

A largo plazo

Hollande aprovecha que Francia abandona la recesión para trazar estrategias de futuro

Aún no está claro si es un insólito ejercicio de responsabilidad o mera acrobacia funambulista. Pero es, en todo caso, sugestivo que un Gobierno europeo se plantee una estrategia de futuro, a más de un decenio vista, preguntándose qué país desea formatear para 2025. Es lo que acaba de realizar el Ejecutivo francés, a instancias del presidente François Hollande, quien bracea para superar las horas bajas a las que parece haberle condenado, al menos de momento, la opinión pública. Lo novedoso de la operación consiste en haber nombrado un alto comisario —muy en la tradición planificadora francesa— encargado de poner el hilo en la aguja de las cuestiones concretas. Sobre todo porque el cargo recae en un personaje respetado en distintos ámbitos europeos, el economista Pisani-Ferry.

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La iniciativa entraña sentido de la oportunidad. Económicamente, se lanza al poco de conocerse que el Hexágono ha abandonado la recesión, con un crecimiento imprevisto del 0,5% en el segundo trimestre. Aunque ese dato aún no marca tendencia, resulta una buena ocasión para intentar prolongarlo. Y para plantearse el futuro del modelo de producción, la reforma del modelo social, la consolidación del crecimiento, las mutaciones sociales y el proyecto europeo: esas cinco cuestiones sobre las que Hollande pretende revigorizar su proyecto, bastante alicaído por las dudas sobre la firmeza de su liderazgo y sobre su capacidad de impulsar reformas de envergadura. Políticamente, acusa los peores registros de aprecio en las encuestas, purgatorio del que apenas lo salva la inanidad de una oposición de derechas tan huérfana de líderes como de escasa de ideas.

El inconveniente de esta operación a largo plazo es que debería en principio contribuir a arrojar resultados a muy corto término. Se espera que a final de año las promesas de revertir el signo del creciente desempleo sean algo más que retórica, y ya se sabe que a proyectos de signo progresista se les exige más en este aspecto. Pero ello no puede darse por descontado, dadas las dificultades geopolíticas del Gobierno socialista por desarrollar un bienintencionado programa keynesiano, muy apretado por la premura de restañar niveles aceptables de déficit público, aunque se haya suavizado el calendario para lograrlo. Ojalá lo difícil no resulte imposible.

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