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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Incertidumbre en Italia

La condena firme por fraude no impide que Berlusconi siga marcando la política italiana

El estatus social de Silvio Berlusconi ha cambiado radicalmente. El magnate italiano es, desde el jueves, un delincuente condenado en firme. Lo que no ha cambiado es su condición política: sigue siendo senador, líder del centro-derecha y figura clave en la estabilidad del Gobierno de Italia.

Este es el panorama después de que el Tribunal Supremo confirmara la sentencia a cuatro años de cárcel que le fue impuesta por fraude fiscal en el caso Mediaset. Berlusconi solo deberá cumplir uno, en virtud de una ley de indultos de 2006, y no ingresará en prisión por ser mayor de 70 años. Tampoco tendrá que dejar su escaño: el tribunal ordena revisar los cinco años de inhabilitación que también incluía el fallo recurrido, ya que excedían el plazo legal. Y eso llevará su tiempo.

Pese a ello, el veredicto del Supremo es el peor revés sufrido por Berlusconi, que había logrado vadear la justicia en una treintena de procesos. En apelación está ahora la condena a siete años por proxenetismo en el caso Ruby. Il Cavaliere está humillado y en horas bajas, y prueba de ello es el vídeo lamentable que grabó para presentarse como ciudadano ejemplar, víctima de una persecución judicial. Pero dar por muerto al tres veces primer ministro, como hacen sus detractores, es un error.

Editoriales anteriores

La condena no afecta, de momento, a la actividad política de Berlusconi, ni abre fisuras en su partido, el Pueblo de la Libertad (PDL), pero puede desestabilizar la frágil coalición de Gobierno que preside Enrico Letta y dañar a su grupo, el Partido Democrático (PD, centro-izquierda).

Pese a las declaraciones altisonantes, es poco probable que el PDL abandone el Gobierno y provoque una crisis, sobre todo porque Berlusconi, en tanto que condenado, no puede presentarse a unas elecciones durante seis años, y lo lógico es que prefiera atrincherarse en su escaño de senador el mayor tiempo posible. En cambio, la condena podría agudizar la guerra interna en el PD y dar argumentos a quienes rechazan la política pactista de Letta y desean romper la alianza con un defraudador.

Tanto Letta como el presidente, Giorgio Napolitano, han pedido que no se ponga en peligro la gobernabilidad de Italia. La pregunta es a qué coste. Un Ejecutivo de bajo perfil y sometido a permanentes tensiones tampoco es el más adecuado para impulsar las reformas que exige la crisis económica. Aún es pronto para predecir escenarios, pero, con condenas o sin ellas, Berlusconi sigue marcando la política italiana.

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