El valor de la solidaridad
Han pasado ya unos días desde la tragedia ferroviaria ocurrida en las inmediaciones de Santiago y, una vez superada la primera impresión, estamos en condiciones de poder analizar ciertos factores.
Me gustaría resaltar la solidaridad de los habitantes del pueblo de Angrois por su sincera espontaneidad a la hora de prestar su ayuda a las víctimas, ya que, al margen del esfuerzo físico y mental que han derrochado, también ha habido un desinteresado desprendimiento de bienes y efectos tales como mantas, ropas, etcétera. Al margen de la loable idiosincrasia de los vecinos de Angrois y resto de gallegos que han acudido a donar sangre en forma masiva, creo que existe también una circunstancia a tener en cuenta y que, en estos momentos, ayuda a cultivar esa solidaridad desinteresada y es la cultura de servicio público que ha existido en España durante decenas de años. Todos hemos tenido que acudir alguna vez a algún centro hospitalario por problemas de salud personales o de alguien de nuestro entorno, y vemos cómo todo el personal nos atiende y se desvive por nuestro bienestar. En mi opinión, esa actitud hace que en nuestro interior se desarrolle, aun sin darnos cuenta, ese espíritu de ayuda al prójimo, que si además coincide en un ser ya solidario, hace que esa solidaridad germine con mayor fuerza.
Me gustaría que esos políticos tan empecinados en privatizar la sanidad pública reflexionen y no contribuyan a que a partir de ahora nazca en nosotros una cultura de que todo tiene que tener una contraprestación, ánimo de lucro y que, por tanto, nada se hace de forma desinteresada.— Manuel Gallardo Domínguez.
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