Marqués reserva y virgen extra
Carlos Falcó, el viticultor aristócrata, publica un tratado sobre la cultura del aceite de oliva. Lo próximo, dice, será un libro de memorias “sin cortapisas”
Cuenta Carlos Falcó, marqués de Griñón, que siendo un adolescente tuvo que convencer a sus padres para que no le enviaran a la academia militar como a su hermano, Fernando. Él quería ser ingeniero agrónomo. Lo supo desde el día en que su abuelo le dio a probar aceite de primera prensada en su castillo de Malpica, propiedad familiar desde el siglo XIII. Años después, tras haber estudiado en Bélgica y recorrerse California en Maserati, desafiaría la ley plantando en esas tierras sus primeros esquejes de Cabernet Sauvignon, que trajo ocultos en el fondo de un camión de manzanas.
Se ganó una multa. Y le siguieron otras. Por instalar riego por goteo, por ejemplo, una técnica discutida en su momento y hoy muy extendida. También instaló la primera bodega climatizada de España. Su producción es pequeña en comparación con otros: 300.000 botellas de vino al año y unos 60.000 litros de aceite. Pero acaban de darle tres premios importantes, en Los Ángeles, Israel y Tokio, y su extra virgen Oleum Artis encabeza la guía Flos Olei 2013, la más prestigiosa del sector.
Aunque él presume poco. Deja que sea su hija Xandra quien ejerza de guía en sus dominios. Al marqués le gusta bromear con que la tuvo que convencer para que trabajara con él. Tras estudiar marketing y un máster, trabajar en la industria química, ser madre y mudarse con su marido a EE UU, regresó a casa y le dijo qué sí. “¡Llevo esperando que me digas eso 30 años!”, exclamó su padre.
Don Carlos, como todo el mundo le llama en la finca, acaba de publicar su segundo libro, Oleum (Grijalbo), dedicado a la cultura del aceite de oliva. El primero, como es lógico, lo consagró al vino. Le llevó un par de años. Éste le ha tomado casi ocho. Ha tenido a Carmen Balcells —“una jovencita de 82 años” —como madrina literaria. La exigente agente catalana le dijo: “¿Tú no vas a escribir un libro de memorias?”. “Sí, sí, lo tengo pensado”. "Bueno, pues ese también te lo llevo yo, ¿eh?".
Resulta inevitable adelantarse a los acontecimientos y preguntarle si caerá en la tentación, como tantas otras autobiografías, de saltarse los episodios oscuros y dar lustre a otros con los que santificarse. Deja escapar su risa sonora y generosa. “Cierto, es toda una tentación, pero no me parece lícito. Si te sientas a escribir un libro de memorias tienes que dar tu visión de lo que has vivido, sin cortapisas. Llega un momento en la vida en que te da igual que te critiquen hasta los amigos”, y ríe de nuevo.
Ha solicitado expresamente que no se le pregunte por la familia, cansado, quizás, de ese empeño generalizado por casarle una cuarta vez o para evitar que la conversación derive en uno de sus cinco hijos, Tamara —que tuvo con su segunda mujer, Isabel Preysler—, y sus andanzas del cuché. Poco importa. Su vida daría para múltiples entregas. Nació en el Palacio de las Dueñas, propiedad de su prima la duquesa de Alba. Allí vio tocar el piano a Cole Porter y a Arthur Rubinstein y, años después, trataría con Jackie Kennedy. Confiesa que se regodearía particularmente rememorando los tres días que pasó con Frank Sinatra cuando se lo presentaron en Nueva York o el momento en que Ava Gardner le enseñó a bailar el twist en Madrid.
Se pone más serio cuando se le pregunta por el debate de la abdicación. Él compartió colegio con don Juan Carlos en Las Jarillas (Alcobendas) y aún son amigos. Esquiva posicionarse, pero esboza: “Es la primera vez que baja en índice de popularidad, se le ataca abiertamente y se plantea su renuncia. Se ha abierto la caja de Pandora. Pero hay una cosa en la que la prensa se ha fijado menos: el príncipe ahora tiene 10 puntos más de popularidad que el rey. Y eso, como monárquico, lo celebro. Que haya una nueva generación es lo que consolidad su continuidad, mira las monarquías del norte de Europa”.
Y se lamenta de que, dado su estado de salud — “compartimos el mismo traumatólgo, el doctor Villamor”, ya no vayan a volver a cazar juntos. “Yo aún sigo, ¿eh? Puedo ver una perdiz a 50 metros de distancia. De hecho, estoy tomando unas pastillas de luteina que me han devuelto agudeza visual. Fíjate, que yo siempre pierdo las gafas y después de la última vez he decidido ni volver a hacérmelas”, dice divertido, como quien juega a hacerle trampas al tiempo con algún secreto más aparte de las cualidades antioxidantes de sus magníficos aceites.
Carta de vinos y famosos
Francisco Rivera Ordóñez. A pesar de confesarse profano en la materia, según se cortó la coleta adquirió el 25% de bodegas Liba y Deleite.
Andrés Iniesta. El azulgrana ostenta desde 2010 su bodega en Albacete y ahora se ha lanzado al aceite de oliva de variedad Arbequina.
Manolo Sanchís, Emilio Butragueño, Míchel, Rafael Martín Vázquez y Miguel Bosé. Los exmadridistas y el cantante se embarcaron en bodega Casalobos, una aventura fallida que entró en suspensión de pagos a finales de 2012.
Lluís Llach. El cantautor goza de un inusual crédito gracias a Vall Llach, sus caldos del Priorato.
José Luis Cuerda. Desde 2005, el cineasta embotella San Clodio, un ribeiro. También han invertido en vinos Antonio Banderas o Imanol Arias.
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