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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El futuro es desolador para todos

Pocos podemos aspirar ya a tener una casa en propiedad, un trabajo para toda la vida, una pareja que siempre estará a tu lado, una familia que pueda sacarte del “bache” si hace falta, o tener descendencia.

Hace un año, decidí casarme con un hombre estupendo. Quería intentar establecerme con una persona para el resto de mi vida y aunque estemos en el siglo XXI, estar con una persona de otra raza, de otro color, no solo conlleva la lucha que todo amor necesita, lleva un extra. Porque aquel día, decidí casarme con un senegalés que no tenía los papeles necesarios para poder vivir o trabajar en el mismo país que yo. Una vez casados, todo eso cambiaría, por fin podríamos empezar a construir un futuro en común y planificar nuestras vidas en la misma dirección; salvo por un pequeño detalle. Y es que, una vez casados, El Reino de España nos pedía una última cosa: que la persona de nacionalidad española tuviera ingresos suficientes para mantenernos a los dos, en un año en que la crisis nos estaba azotando a todos y cada uno de sus vástagos. Ahí está la clave donde se puede ver perfectamente que no todas las personas somos iguales ni tenemos los mismos derechos. Con esto quiero preguntar: a dos personas de nacionalidad española que se casan, ¿se les exige que tengan unos ingresos mínimos? ¿Es que hace falta dinero para poder casarse? ¿Tengo que tener dinero para poder soñar con una vida en común con alguien?

Se nos está diferenciando, se nos está marcando como aptos o no aptos, aunque hagamos todo lo que haya que hacer. Sólo por la raza, el color, o el país de nacimiento… ¿O por nuestro dinero?

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Nuestras riquezas pueden hacernos pertenecer a clases sociales diferentes, pero no pueden hacernos cambiar el derecho a formar una familia con quien cada uno elija. Que no sea ese el patrón por donde se corta el amor. Porque tristemente, es lo único a lo que si podemos agarrarnos, y si perdemos ese lazo, ¿qué nos queda?— Dunia Ben-Aissi Gómez.

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