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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Controles, pupusas y ayuda al desarrollo

Aterricé ayer en San Salvador a las 8:00 pm hora local después de más de 14 horas de viaje. Como me quedo en casa de unas amigas pude atravesar victoriosa el enjambre de taxistas que se arremolina en la puerta a la salida diciendo “no gracias”. Si hay algo que me angustia cuando visito un país por primera vez es el tema de cómo relacionarme con los taxistas. Es importante tener claro si hay que regatear, si los precios son fijos a las zonas o si una acepta sencillamente que la timen por no comerse la cabeza.

El caso es que me ahorré esa parte y pude hacer el camino en un coche privado. Pasamos varios controles en la carretera, y estuvimos a punto de atropellar a un par de personas que cruzaban la carretera de 4 carriles como el que cruza un camino comarcal, esto en plena noche y sin iluminación. Nos pararon en un control. Pese a que todo estaba en orden la tensión nos inundó. Es esa sensación de vulnerabilidad que se ha instalado en mi pecho desde entonces. La indefensión ante los que los que se supone te defienden.

Aproveché el largo viaje para hacer las preguntas básicas del kit de cómo se mueve uno por aquí. “Pues en carro y con mucho cuidado. Los buses no son seguros, porque te pueden pasar cosas y porque tienen accidentes. No debes pasear por barrios que no conoces, es decir en tu caso por ninguno. Debes coger taxis amigos, a los que llamas por teléfono y te llevan y te traen. Y no hay que llamar la atención, que no parezca que tienes algo de interés. Cuando tienes experiencia y ya vas conociendo el sitio puedes hacer las cosas de otro modo. Pero hay que estar muy atento todo el rato.” Aunque ya me lo imaginaba la sensación de sobrecarga es inevitable. Me vino inmediatamente a la cabeza una maravillosa entrada de Miquel Carrillo publicada aquí hace algunos meses sobre el “derecho a pasear”: “La próxima vez que salgan a pasear con los niños o de cañas con sus amigos, piensen cómo sería si no pudieran hacerlo siempre que quisieran y sin ningún tipo de angustia.” Pues en esas estoy yo ahora mismo.

Cenamos pupusas rellenas de cosas con nombres que ya no recuerdo. Mis amigas son cooperantes. Me contaron que el Salvador se está llenando de gente española que viene huyendo de la crisis. La crisis que aquí tiene un aterrizaje claro con la impactante disminución de la ayuda al desarrollo. Las ONGs están cerrando oficinas enteras, reduciendo personal cualificado expatriado. Los que llegan y los que despiden se buscan la vida como pueden accediendo a puestos diseñados para personal local. Me resulta interesante pensar en cómo tratamos nosotros a los inmigrantes y como nos tratan sus países de origen a nosotros. Creo que aquí no hay CIEs, pero se lo tengo que preguntar a mis amigas.

He venido al encuentro de periodismo más grande de la historia de Centroamérica con la convicción de que sin periodismo de calidad la cooperación no conseguirá remontar el vuelo. Voy a pasar una semana en esta ciudad y se lo voy a ir contando, todo.

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