¿Qué es la competitividad?
¿Cómo se mide la competitividad? ¿Cómo funciona un competómetro? Se habla mucho de economía, de indicadores económicos y muy poco de lo que debería ser el fin de la economía: el bienestar de la gente. Se ha puesto el instrumento por encima de su fin.
Si recuperamos la verdadera vocación de la economía, es decir, garantizar la satisfacción de las necesidades materiales de cada uno, entonces debemos evaluar los indicadores en el marco de este fin último que, solo, le otorga valor.
Consideremos, por ejemplo, la competitividad. ¿Qué quiere decir ganar competitividad? Para el ministro quiere decir reducir el coste de nuestros productos bajando el coste laboral. Hasta aquí la economía. Pero ¿qué consecuencias tiene esto para el bienestar de la gente? Si para ganar competitividad tenemos que reducirnos como los trabajadores de China, ¿merece la pena ganar competitividad? ¿No habría que plantear el problema en otros términos? Se está sacrificando la vida de la gente, vidas muy reales, al valor de unos indicadores. Se nos pide aceptar que el bien de la economía requiere que bajemos de manera permanente nuestro nivel de vida.
El problema, creo, es que se está considerando el problema en las bases equivocadas. El debate público (incluso a izquierda) da por cierto que el bien de los indicadores económicos supone el bien de la gente. Pero hoy en día, parece, la correspondencia entre economía y calidad de vida no está tan clara, si es que alguna vez lo estuvo. Habría que considerar de nuevo toda la cuestión. El problema es: ¿cómo mejorar el nivel de vida de las personas en la situación actual? Si se determinara que esto pasa por mejorar ciertos aspectos de la economía, que se persigan estos aspectos. Si la salud de la economía tradicional requiere que se sacrifique el bienestar de la gente, hay que quitar del medio la economía tradicional y empezar sobre nuevas bases.— Simone Santini.
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