Regeneración o antipolítica
Si el mensaje de Beppe Grillo cala en las clases medias, el riesgo es importante
En alguna peluquería unisex se están acicalando los y las aspirantes a ser el Beppe Grillo de la España del desahucio y la desconfianza. Se nutrirán de una sequía crediticia que obtura el crecimiento, también de la angustia del paro y harán su argumentario contra la Europa de Angela Merkel, el sistema de partidos y el euro. Para ofrecer irrealismo y demagogia, irán más allá de la panacea universal de las listas abiertas y de cualquier hipótesis de recuperación económica. Ponga un Beppe Grillo en su vida y, con tanta promesa de catarsis en la vida pública, todo empeorará. Un perfil posible: joven, mediático, expresivo, sin vinculación política actual ni reflejos del franquismo, alguien guay que dice las verdades como puño, anti-inmigración sin xenofobia, tal vez post-moderno, seudo-cristalino, digital y post-industrial por decirlo así, ofreciendo imagen telegénica a lo que hoy son comentarios a la hora del café. Financiación seguramente no le faltará. Va a ser el nuevo hombre de la calle.En alguna peluquería unisex se están acicalando los y las aspirantes a ser el Beppe Grillo de la España del desahucio y la desconfianza. Se nutrirán de una sequía crediticia que obtura el crecimiento, también de la angustia del paro y harán su argumentario contra la Europa de Angela Merkel, el sistema de partidos y el euro. Para ofrecer irrealismo y demagogia, irán más allá de la panacea universal de las listas abiertas y de cualquier hipótesis de recuperación económica. Ponga un Beppe Grillo en su vida y, con tanta promesa de catarsis en la vida pública, todo empeorará. Un perfil posible: joven, mediático, expresivo, sin vinculación política actual ni reflejos del franquismo, alguien guay que dice las verdades como puño, anti-inmigración sin xenofobia, tal vez post-moderno, seudo-cristalino, digital y post-industrial por decirlo así, ofreciendo imagen telegénica a lo que hoy son comentarios a la hora del café. Financiación seguramente no le faltará. Va a ser el nuevo hombre de la calle.
De calar eso en las clases medias, el riesgo es de importancia. Invita a augurar unas elecciones europeas en las que, en poco más de un año, la kermese populista avanzaría como un espectro expansivo, con un extremo derecha y un extremo izquierda que se darán la mano por debajo de la mesa de la ruleta electoral. La escora precipitada de las clases medias podría alterar el sistema bipartidista y propiciar en las respectivas elecciones nacionales la ingobernabilidad por fragmentación. Pronto sería una mutación inquietante en el mismo corazón del consenso europeo por la mengua significativa en las franjas de votos que hasta ahora decantaban la balanza hacia el centro-izquierda o el centro-derecha, por un sistema de prueba y error, más que por lealtad específica a los partidos. Atención a los partidos de intelectuales y tecnócratas —caso de la nueva Alternativa para Alemania— que creen saber como debieran saber las cosas pero no tienen la menor idea de cómo convertir sus deseos en realidad. A veces es así como se acaba escribiendo el testamento del Doctor Mabuse.
En situaciones de tanta tensión,
el mensaje de la sensatez tarda
en recoger frutos
Atenazados por los vértigos de la gestión económica de la crisis, los partidos que gobiernan en la Unión Europea, y también los que están en la oposición como alternativa posible, desatienden el recelo creciente al sistema de partidos. Se saldrá de la crisis en uno u otro momento, pero si los partidos políticos no regeneran su presencia y su dinámica, habrá Beppe Grillo incluso en época de vacas gordas. Más allá de los escándalos de corrupción y del laberinto de la financiación, otra generación ha de compartir primera línea, esa juventud que está dando lecciones sorprendentes de creatividad para sortear la crisis, los nuevos empresarios que acabarán fortalecidos por la destrucción creativa, los nuevos profesionales que están viendo la política como una antigualla con poca imaginación y coraje. En situaciones de tanta tensión, el mensaje de la sensatez tarda en recoger frutos. A veces llega tarde.
Entre el poder no siempre refrendado de las instituciones internacionales y los calendarios electorales de los políticos en plena ansiedad democrática, no es fácil desactivar la tentación populista. Descreer del sistema parlamentario es ciertamente tentador, sobre todo cuando no se tiene una alternativa hacedera. Al decirse que la legitimidad está en la calle y que eso cuenta más que la legalidad, el político populista que sea acaba por ser lo que quiso siempre o incluso lo que no quiso ser: el hombre que habla con la voz del pueblo por encima del espíritu de la ley. Tanto si es que Alemania nos machaca o que España nos roba, el mensaje es el mismo. Consiste en suplantar la racionalidad posible por el emocionalismo. Regresamos al nosotros y al ellos. Avanzan los populismos contra la Europa alemana y, en Alemania, las reacciones instintivas contra el euro. Con o sin errores de cálculo, ¿cómo puede ser el principio de austeridad el origen de todos los males? ¿Por qué no suponer que es factible un sistema de estabilizadores entre la austeridad y el crecimiento?
Al iniciarse en Sarajevo, pronto hará cien años, el cruel desastre de la Primera Guerra Mundial, el ministro de exteriores británico, Sir Edward Grey, dijo ver como todas las luces se apagaban en Europa sin saber si iban a iluminarse de nuevo. Frente al símil apocalíptico, siempre queda algún puente, fórmulas de prudencia, el sólido recurso de la lucidez. Las luces de toda Europa, ni se apagan para siempre ni tienen porque apagarse. Irá por ahí el Beppe Grillo de casa desenroscando bombillas pero no puede llegar a competir con los aceleradores de partículas ni con la continuidad de un quehacer civilizado. A pesar de los nacional-populismos en auge, si la eurozona acierta en los nuevos rumbos, la peluca del payaso Beppe Grillo aparecerá cualquier día en un museo de los horrores. Es mucho mejor que tenerlo haciendo muecas en el vestíbulo.
Valentí Puig es escritor.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.