Una semana espectacular
Alemania paga el 27,14% del rescate de Chipre. España e Italia juntas, un 29,81%
Nos jugamos más en los debates de economía que en cualquier otra discusión. Esta semana ha sido espectacular. Primero, nos avisan de que la “biblia” que demostraba científicamente que a partir de un 90% de déficit era imposible crecer contiene cálculos equivocados. Quienes difundieron la teoría, los profesores de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, tenían problemas para usar la hoja de cálculo de Excel (no es broma) y tendencia a desdeñar datos que no apoyaran sus premisas.
Después de estar años escuchando que no hay alternativa, resulta que otros profesores de Massachusetts, poco dados a la reverencia académica, detectaron los errores. Analizaron los mismos países que habían estudiado Reinhart y Rogoff y llegaron a otra conclusión: el crecimiento no se contraía un -0,1%, sino que era del 2,2%.
Esos mismos días, el Fondo Monetario Internacional puso en evidencia su cambio de línea: anunció que, sometida al actual régimen de austeridad, la Unión Europea podía enfermar de anorexia y que una cosa es ajustar y otra, reducir déficit a la velocidad a la que se está obligando a hacerlo a los países en crisis.
Rápidos como centellas, los más conspicuos defensores de la austeridad a ultranza salieron al quite. El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem; el vicepresidente de la Comisión, Olli Rehn; un miembro de la dirección del Banco Central Europeo, Jörg Asmussen; el director ejecutivo del Mecanismo de Estabilidad Europeo, Klaus Regling y el presidente del Banco Europeo de Inversiones, Werner Hoyer, publicaron un artículo en The New York Times, cortito pero claro: “Europa está respondiendo”. Hay algunos pequeños problemas, señalaban, pero la verdad es que todo va bien, muy encarrilado. “No problem”.
Nunca se había visto un artículo escrito conjuntamente por semejante ramillete de europeos del norte (un holandés, un finlandés y tres alemanes). Lo habitual en este tipo de artículos es que se busque alguna firma francesa o, mejor aún, española, para compensar, pero, por lo que se ve, no encontraron a nadie lo bastante distraído.
La cuestión es que no tienen intención de rectificar ni de aflojar, admitan los errores que admitan Reinhart y Rogoff. En absoluto. Con su hoja de Excel en la mano y la más absoluta convicción en sus ideas, anuncian que no hay gran cosa que cambiar porque la medicina les está sentando estupendamente a los países en crisis. “La Unión está proporcionando créditos condicionados a los países que lo precisan para facilitar la rápida corrección de los errores políticos y su regreso a la normalidad”, escriben.
Seguramente tienen razón en que existen muchos errores propios en los países que peor soportan la crisis y que esos errores se siguen acumulando. El problema es que incluso para reformar hace falta tener fuerzas y con un 27% de paro y sin empresas no queda el menor impulso.
El mismo día, en otro periódico norteamericano, WSJ, el jefe del Bundesbank, Jens Weidmann, explicaba que lo más probable es que la crisis de la eurozona y sus efectos sobre los países en crisis dure una década. Pero no pasa nada porque, añadía, el tema de Chipre se ha resuelto bien.
A propósito, ¿no convendría recordar que Alemania paga el 27,14% de los 10.000 millones de euros que se prestan a Nicosia, pero que España e Italia juntas vamos a pagar un 29,81%? Es decir, ¿por qué se organiza tanto escándalo en la rica Alemania y ninguno en países empobrecidos como España? ¿Por qué Alemania se hace oír y los demás no? Quizás porque en Alemania esos 2.700 millones de euros los tiene que aprobar el Parlamento y en Italia y en España nadie sabe siquiera que estamos pagando lo que nos corresponde, (1.790 millones y 1.190 millones, respectivamente)
“La rápida corrección de los errores” nos permitirá la vuelta a la normalidad. Por el momento, la “normalidad” incluye que el 10% de los niños griegos sufran “inseguridad alimentaria” y que Amanecer Dorado siga enviando al hospital a unos seis inmigrantes diarios. El jueves, como en Novecento, un capataz disparó contra jornaleros inmigrantes que reclamaban salarios atrasados.
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