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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cumbre plana

Si un Consejo Europeo no sirve para discutir ni decidir, como el de ayer, es mejor suspenderlo

Si con la recesión que está cayendo los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea no tienen nada que discutir, ni decidir, ni planear, mejor que no se reúnan en una cumbre. Porque la ciudadanía supone que la convocatoria de un Consejo Europeo debiera servir para algo, y si sirve para nada, crea frustración, porque desmiente las expectativas.

Eso es lo que sucedió ayer. Hasta el punto de que lo más sugerente del encuentro, aunque tampoco concitó consenso, se situó un poco lejos: en Siria. La iniciativa franco-británica de proporcionar armas a la oposición siria para desbloquear el conflicto y reducir la asimetría de las fuerzas presentes topó con la oposición alemana y de otros países, por lo que queda para mejor ocasión. Por cierto que en este asunto volvió a relumbrar con fulgor propio la acostumbrada inoperancia de la alta representante para la Política Exterior, lady Ashton, ignorante, como suele, de lo que sucedía.

En lo que se suponía que iba a ser el tema central de un —al menos— debate, la dialéctica entre austeridad y crecimiento, que tantos ciudadanos y expertos consideran desequilibrada en favor de la primera, no apareció ni una sola idea nueva. Es más, si en las ruedas de prensa y en los pasillos abundaron las referencias a esta preocupación, en el interior del cónclave nadie le puso el cascabel al gato, quizá porque el temor a la contundencia de la canciller enmudece las lenguas más valientes. Y había margen sin necesidad de ir al conflicto. Para postular, por ejemplo, acelerar y reforzar el Pacto por el Crecimiento, cuyos 120.000 millones parecen fiarse a calendas griegas.

De modo que los ciudadanos, en el caso de que pretendan aliviar su no deseada desafección a la idea de Europa, será mejor que retiren temporalmente la mirada a sus líderes y Gobiernos y la devuelvan a las instituciones comunes. Al Tribunal de Luxemburgo, por ejemplo, que acaba de dar un potente respaldo a los consumidores españoles negándose a convalidar los abusos cometidos al amparo de la legislación hipotecaria. O al Parlamento de Estrasburgo, que acaba de rechazar con firmeza el paquete presupuestario 2014-2020 recién visado por el Consejo Europeo, reclamando su aumento y su flexibilización para afrontar mejor la crisis. Si la UE debe sobrevivir a sus Gobiernos, las instituciones deberían tomar mayor conciencia de su responsabilidad.

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