Arquitectura sinuosa con tubos de cartón
FOTO: Luis Asín
Shigeru Ban ya dejó claro que con tubos de cartón y cajas de fruta se podía levantar una arquitectura de emergencia. En la reciente edición de Arco, Cristina Parreño y sus alumnos del Massachusetts Institute of Technology (MIT) han demostrado de nuevo que, incluso con los medios más simples, la planificación es tan importante como la ejecución. Las herramientas de esa planificación son, en realidad, las de la realización. Eso es lo que Parreño enseña en el MIT.
La obra, una sensual y excesiva cubierta que marcaba con una topografía aérea el acceso a la Fundación Arco en la última edición de la feria madrileña, consiguió a partir de lo más sencillo (tubos blancos de cartón) lo más complejo: una cubierta fragmentada, ondulante y sinuosa.
Parreño ideó con sus alumnos la herramienta digital que permitió simplificar lo que se percibe como un milimétrico trabajo de orfebre. La arquitecta madrileña trabajó con sus estudiantes tres semanas en Boston y una más, la del montaje, en Madrid. Para ella, profesora en el MIT desde hace dos años, y para sus alumnos James Coleman, Sharon Xu, Koharu Usui, Natthida Wiwatwicha y Hannah Ahlblad, esta intervención era, en realidad, una demostración: la prueba de que el arte y la arquitectura pueden llegar a confundirse y la certeza de que, con herramientas hechas a medida, se puede pasar de lo básico a lo complejo con rapidez y eficacia.
La contracubierta efímera relacionaba fricción con intensidad e intensidad con dinamismo a la hora de dibujar un techo capaz de cuidar la acústica y capaz también de despertar la mirada. Los tubos de cartón de 15 centímetros de diámetro no solo provienen de un material reciclado, son, a su vez, un material 100% reciclable ahora que la instalación ha concluido y la feria ha cerrado sus puertas.
“Las herramientas de diseño y de construcción en arte y en arquitectura están cambiando a una velocidad exponencial”, explica Parreño. “La fabricación digital favorece la vinculación de geometrías complejas con fórmulas constructivas con las que luego se desarrolla la arquitectura o la pieza de arte”. Eso ha sido lo que ella ha tratado de demostrar en la última edición de Arco: los tubos de cartón fueron colgados mediante cables de una malla metálica cuya geometría sirvió como guía para la posición de las piezas. El trabajo que se realizó en MIT fue la construcción de un robot que, mediante un software especializado, fue capaz de medir y cortar una serie de hilos con la medida exacta para que, al colgar de ellos los tubos, la geometría coincidiera con el diseño de la pieza. Los cables se organizaron en matrices que se empaquetaron en cajas numeradas de forma que el transporte a Madrid y su posterior instalación fuera lo más eficiente posible.
La planificación de una herramienta hecha a medida ahorró tiempo y asumió el control numérico de los tubos y su ubicación exacta, una especie de director de obra metido en el ordenador.
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