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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Oportunidad única

Obama y el Congreso deben hacer más justa y abierta la política inmigratoria de EEUU

Uno de los indiscutibles logros históricos de Estados Unidos es su capacidad para absorber e integrar a gentes de todo el mundo, cualidad a la que en buena medida debe la posición de vanguardia que ostenta. Su modelo inmigratorio, sin embargo, ha dejado de ser funcional y permanecido empantando en medio de estériles debates partidistas. Este marco confiere especial relevancia al hecho de que, por vez primera en años, el Senado y la Casa Blanca avancen hacia un cambio a fondo que abra el camino de la ciudadanía estadounidense a los más de once millones de indocumentados que viven y trabajan en el país, y facilite la entrada y permanencia de aquellos que por su preparación más convienen a sus necesidades.

Ni es nueva en el Congreso la discusión sobre la reforma inmigratoria ni es la primera vez que Obama la plantea; la utilizó como gancho en su primer mandato, aunque, como otros anuncios electorales, nunca se decidiera a hacer de ella una prioridad de su agenda. Lo que ha obrado el milagro, impensable hace solo tres meses, de que EE UU tenga ahora no una sino dos propuestas serias y no muy diferentes para lidiar con la inmigración —la del influyente grupo bipartidista de senadores y la del propio Obama— son los resultados de las elecciones presidenciales de noviembre. Los hispanos, grupo al que pertenece la mayoría de los indocumentados, votaron masivamente por Obama. El enfermizo rigor republicano hacia los inmigrantes ha cedido en parte ante la certeza de que la realidad demográfica hará cada vez más decisivos los votos latinos para llegar a la Casa Blanca; y de que el partido conservador no logrará su objetivo si se enajena a unos actores electoralmente cruciales.

Rehacer el marco inmigratorio no sera fácil, pese al empuje que muestra la Casa Blanca, reflejo de la confianza de un Obama que cabalga la cresta de la ola y acaricia la posibilidad de dividir y debilitar a sus adversarios en un tema decisivo. El camino está erizado de dificultades, sobre todo en la Cámara de Representantes, asiento del núcleo republicano más reaccionario. Pero el nuevo clima, el mejor en muchos años, que permite avizorar una política de inmigración más justa y liberal, no puede ser desaprovechado por los responsables políticos de un país que ha hecho de su disposición para atraer gentes de todos los orígenes uno de sus más envidiables signos de identidad.

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