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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las huellas del dispendio

El carísimo Palau de les Arts empieza a tener problemas de construcción a los siete años de ser inaugurado

MARCOS BALFAGÓN

Mientras el arquitecto Santiago Calatrava se lleva su dinero a Suiza, sus imponentes y carísimos edificios amenazan, en suelo español, con caerse  en pedazos. Sus construcciones han sufrido sonados traspiés y han generado no poca polémica en diversos países, pero eso no arredró en su día a los políticos de la Comunidad Valenciana, que, metidos en gastos, levantaron una magnífica Ciudad de las Artes que ahora apenas si pueden mantener. De hecho, para este año, el presupuesto apenas si llegará a pagar las nóminas del personal.

Si no hay dinero para el contenido, menos aún parece haberlo para el continente. Un vistazo un poco detallado a los blancos muros de los edificios de Calatrava asentados en el antiguo cauce del Turia dan idea de hasta qué punto falta dinero y limpieza. Pero el problema es aún más grave. Porque solo han pasado siete años desde que se erigió el Palau de les Arts y este ya tiene arrugas. Los pequeños azulejos que cubren 20.000 metros cuadrados de la cubierta han empezado a desprenderse de la base, lo que otorga al edificio una imagen de piel arrugada, preludio, dicen los expertos, del definitivo desplome de esas pequeñas piezas.

Pasma escuchar ahora a los que saben acerca del nivel un tanto chapucero con el que se construyó este edificio, lo que no puede achacarse a problemas financieros. La Comunidad Valenciana pagó por el asunto la módica cantidad de 478 millones de euros, lo que no ha impedido el deterioro del trencadís de su cubierta ni tampoco que en su corta existencia ya se haya inundado una vez por la gota fría, un fenómeno algo habitual en la zona.

Ahora, los responsables políticos valencianos quitan hierro al asunto y dan explicaciones que no convencen a los entendidos. Hay quien ya está aconsejando que se quiten los azulejos y se deje la base de la cubierta, lo que también costará el dinero que ya no se tiene. Tanto el Ayuntamiento de la ciudad como el Gobierno autónomo sufren un nivel histórico de endeudamiento. De modo que solo les queda cruzar los dedos porque no haya más gota fría ni más casos de corrupción que les salpique ni caiga sobre sus cabezas uno de esos azulejos que ahora quedan tan poco vistosos.

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