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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Asuntos internos

Güemes, el hombre con mejor pelo del PP y cónyuge de Andrea 'Que se Jodan' Fabra, se mantuvo discreto sobre su participación en las empresas que suplen a los hospitales que privatizaba

Boris Izaguirre
Juan José Güemes, junto a su mujer, Andrea Fandra, en una romería de La Magdalena, en Castellón
Juan José Güemes, junto a su mujer, Andrea Fandra, en una romería de La Magdalena, en CastellónÁNGEL SÁNCHEZ

Esperanza Aguirre acudió al programa de Carlos Herrera el mismo día que medio país se despertaba escandalizado, otra vez, al enterarse de que el antiguo tesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas, había acumulado 22 millones de euros, tan bien conservados como él mismo, en un banco suizo. Esperanza, que ahora es “buscadora de talento”, dijo que desde hace tiempo ella viene exigiéndoles a los partidos que abran una “especie de oficina interna para, eso, estudiar, analizar los asuntos internos y evitar estas situaciones”. El problema con la propuesta de Aguirre no es que llegue tardísimo, sino que nuestro panorama político se despierta cada mañana con todo el aspecto de ser un pestilente asunto interno.

De poco sirve escandalizarse por este mal olor, ni sobreactuar, ni sentir que nos volvimos una imitación contante y sonante de las repúblicas latinoamericanas. No hace falta nada de eso, lo que deberíamos hacer es un buen trabajo de fontanería o pedir a Bárcenas y a los Pujol que nos enseñen cómo se hace, cuándo y con quién. Está claro que el sistema de los partidos, de las empresas y de los bancos favoreció el enriquecimiento ilícito y la impunidad; lo que no está bien es que solo lo sepan hacer unos cuantos. Hay que aprenderlo todo, desde cómo desfilar ante las cámaras en la Audiencia y que tu esposa combine abrigo de piel, bolso de lujo y radiografía de última tecnología, hasta cómo hacer que una operación bursátil te permita movilizar periódicamente miles de euros sin que nadie en el partido levante una ceja. O las dos.

Los dos ojos son necesarios para ver bien a Juan José Güemes, el hombre con mejor pelo del Partido Popular y cónyuge de Andrea Que se Jodan Fabra, que se mantuvo encantador y discreto sobre su participación en las empresas que suplen de material médico a los hospitales que privatizaba. Güemes no perderá su carrera ni su envidiable cabellera, solo será un corte de pelo doméstico, lo más seguro es que en pocos meses pueda volver a ponerse el moño donde quiera sin necesidad de crecepelo. Mientras, el Partido Popular insiste en que los asuntos internos se lavan, como la melena, en casa.

Habría que repeinar la coincidencia de que Esperanza Aguirre haya conseguido un empleo en un área profesional nueva para ella al mismo tiempo que Belén Esteban se estrena como consejera telefónica para el ahorro tarifario en una empresa de telefonía móvil. Está claro que la crisis nos está cambiando y seguimos sin darnos cuenta hacia dónde. Pero Esperanza y Belén sí lo saben y andan, cada una por separado, promocionando sus nuevos proyectos. Como los Pujol en México.

Pero Cataluña aún no es Liechtenstein, y Sevilla, tampoco. Nuevos proyectos que acaban en otro asunto interno: el duelo de damas, volantes y moños que se está viviendo en Sevilla entre las dos pasarelas de la moda flamenca, esa que te pones o bien en la Feria de Abril o en el Rocío, seas del PSOE o del PP. Raquel Revuelta y Laura Sánchez se han visto enfrentadas. Revuelta lleva unos años dirigiendo el Simof, un salón oficial de moda flamenca sólidamente afincado en el panorama internacional y con subsidio público. Sánchez se ha arrancado este año, y de manera privada ha propuesto otra plataforma, We Love Flamenco, que se proclama como moda flamenca alternativa y solidaria, porque el traje flamenco, ya se sabe, da mucho de sí. La pelea, entre lunares y bulerías, envuelve a otra icónica modelo, María José Suárez, a la que la veterana Revuelta supuestamente advirtió que no pisara la pasarela solidaria y alternativa. ¡Olé! María José se arrugó y no tomó esa alternativa. Sánchez, rápida, con los tacones en el suelo, ha declarado que la moda es un coso muy competitivo y que no pasa nada, que hay sitio para todas. Alternativas o no.

Si tenemos que aplaudir a alguien que se haya confesado esta semana, no será a Lance Armstrong, harto de EPO y de Oprah, sino a Jodie Foster por ser Miss Jodie Foster. Hemos crecido al lado de esta extraordinaria intérprete. Nos enamoramos en Bugsy Malone, nos volvimos casi tan locos como el que quiso dispararle a Reagan por ella, después de ver Taxi driver. Fuimos todos sus personajes en los ochenta y fuimos Claire en El silencio de los corderos y la mujer violada en busca de justicia en Acusados, pero también hemos llorado por su discurso en los Golden Globes, asumiendo sus 50 años y su rumoreada homosexualidad. Hollywood es casi el lugar más homófobo del mundo, donde muy pocos pueden atreverse a ir contra sus reglas. A una actriz de la calidad y éxito de Jodie jamás se le hubiera permitido hacer esa carrera si se hubiera declarado gay desde el principio. Con el prestigio ganado, decidida a abrirse otro camino en la vida, lo ha dicho para estar en paz consigo misma y con sus hijos, presentes en la sala, a los que llamó “mi moderna familia”. Frente a esa familia, la opción que ha propuesto Luis Alfonso de Borbón es volver a la del siglo XVII. Pero aun en el siglo XXI, los gais tenemos que seguir explicando nuestra condición cuando la mayoría de la gente jamás necesita explicar nada. Foster lo ha hecho con una clase magistral. Ahora tenemos que esperar a que Bárcenas y los suyos se decidan a hablarnos un poquito de sus asuntos internos.

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