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Tribuna
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Derechos humanos: se busca liderazgo

Estados Unidos ha perdido legitimidad y Europa no puede impulsar una agenda global

El progreso en la protección de los derechos humanos a escala universal tiene su origen el 10 de diciembre de 1948 con la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La Comisión de DDHH de la ONU y todas las declaraciones, convenciones, tratados, órganos de protección, etc., que surgieron a nivel mundial para defender los derechos de las personas tuvieron su inicio en ese año fundacional para el movimiento de derechos humanos.

Sin embargo, las leyes de la física también se aplican a las relaciones humanas. El impuso inicial fue lentamente perdiendo fuerza y es necesaria una nueva iniciativa para evitar que los progresos alcanzados no desaparezcan en una maraña de burocracias y declaraciones que pueden aumentar la lista de deseos incumplidos.

A nivel universal, el sistema de Naciones Unidas sufrió una profunda modificación durante la última década y todo parece indicar que el nuevo Consejo de Derechos Humanos y su mecanismo de examen periódico universal, que evalúa a todos los países, logra que en la totalidad del análisis se disimulen las situaciones más graves. En otras palabras, quien mucho abarca poco aprieta.

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En América Latina se inició un proceso similar al de Naciones Unidas y existe el riesgo de que se debilite seriamente la capacidad de respuesta rápida e independiente del sistema regional. No debería extrañar que este proceso haya sido iniciado e impulsado principalmente por Venezuela y Colombia, que buscan esconder bajo la alfombra sus propias violaciones.

Pero el motivo principal para el debilitamiento universal en la protección supranacional de los derechos humanos se debe encontrar en el eclipse de los liderazgos tradicionales frente al surgimiento de nuevos liderazgos que impulsan un retroceso o prefieren mirar para el costado. Durante las últimas décadas, el liderazgo se encontraba en algunos países europeos, en Estados Unidos y Canadá y esporádicamente, dependiendo de los vaivenes políticos, en algunos países de América Latina.

La crisis en España le impide mantener su imprescindible apoyo a la Comisión y Corte Interamericanas

A partir de 2001, Estados Unidos ha perdido legitimidad para impulsar una agenda a nivel mundial. Mientras Guantánamo siga abierta y continúen los vuelos de los drones es difícil que recuperen la legitimidad necesaria para liderar en los foros internacionales. Para poder hablar y reclamar, primero hay que hacer los deberes en casa.

Europa no logra salir de su grave crisis económico-política y no está en condiciones de impulsar una agenda global. Si bien siempre hay excepciones —y varios países europeos, especialmente los nórdicos, continúan liderando—, para impulsar una nueva agenda es necesario un esfuerzo en bloque y no es suficiente el de algunos países aislados. Por su parte, la crisis en España ha hecho que, por primera vez, no pueda mantener el imprescindible apoyo que durante una década otorgó a la Comisión y Corte Interamericanas (CIDH), afectando a su funcionamiento regular.

Al debilitamiento de los actores tradicionales se suman países con una importante cuota de poder en el nuevo orden internacional, cuyo objetivo es también impulsar una agenda de derechos humanos, pero claramente retórica, vacía de contenido y evitando acciones que produzcan resultados concretos.

Países como Rusia y China buscan limitar el rol de los organismos de protección de derechos humanos. Mientras que otros países de relevancia, como Suráfrica, India o Brasil, prefieren mirar al costado cuando se trata de denunciar violaciones en otros países.

América Latina también tiene sus problemas. Los importantes logros en la vigencia de los derechos humanos no se han correspondido con la denuncia de las violaciones que ocurren en los países vecinos. Si bien se dio un paso importante con la fuerte respuesta a la quiebra democrática en Honduras y Paraguay, cuando se trata de criticar a otro país por violaciones específicas de derechos humanos se opta por el silencio sobre la denuncia. El argumento de la no intervención en los asuntos internos, ha recobrado la fuerza que supo tener en décadas pasadas, cuando ignorando el cambio de paradigma que significó la revolución en derechos humanos iniciada en 1948, las dictaduras militares esgrimieron principalmente el principio de la soberanía nacional.

Son muchos los desafíos mundiales en materia de derechos humanos. Pero el primer paso es encontrar los liderazgos que permitan recuperar el espíritu perdido de 1948 y 1993. América Latina, que fue clave en la aprobación de la Declaración Universal, que tiene un récord de lucha por los derechos humanos inigualable y el mecanismo regional de protección más eficiente del mundo, podría tomar la iniciativa. Pero, para tener liderazgo en derechos humanos, primero hay que estar dispuesto a denunciar todas las violaciones, independientemente de la soberanía o el tinte político de los Gobiernos. A la víctima de tortura no le importa la ideología del torturador.

Santiago A. Canton es director del Centro Robert F. Kennedy y ex secretario Ejecutivo de la CIDH

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