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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Podemos evitar que más niños coman arena

Gonzalo Fanjul

Fotografía: UNICEF.

Uno de los problemas a los que nos enfrentamos quienes defendemos los programas de ayuda al desarrollo es la dificultad de ofrecer resultados tangibles que permitan a la opinión pública calibrar las consecuencias de un recorte. La desaparición del ambulatorio de nuestro barrio o el despido de profesores en la escuela de nuestros hijos resultan perfectamente tangibles y, en consecuencia, provocan una reacción de rechazo de la ciudadanía. Pero ¿qué ocurre exactamente cuando un país pobre deja de recibir el apoyo que España u otros donantes le estaban dando (por pequeño que este fuese)?

Para contestar a esta pregunta se presenta esta mañana en Madrid el informe Mi hijo ya no come arena, en el que he estado trabajando durante los últimos meses por encargo de UNICEF España. Esta investigación documenta los avances de Mauritania en la lucha contra la desnutrición e ilustra la importancia de España como un donante estratégico en este ámbito. Aunque uno de cada cuatro menores de cinco años sigue sufriendo desnutrición en este país, esta cifra es la mitad de lo que se observa en el resto de África. De haber seguido la trayectoria del continente durante los últimos veinte años, Mauritania tendría hoy cerca de 90.000 niños desnutridos más, una población equivalente a la de la ciudad de Toledo. El Fondo ODM, financiado íntegramente por España, ha sido un pieza clave en la innovación de esta estrategia.

La pregunta que muchos se hacen es si será posible mantener esta trayectoria de éxito en el futuro, cuando a la crisis múltiple que castiga a la región (clima, alimentos, economía y refugiados) se unen las incertidumbres sobre el compromiso financiero de los países donantes. La petición de ayuda de emergencia realizada por buena parte de las agencias humanitarias que operan en Mauritania había recibido en agosto de 2012 tan solo un 40% de los recursos necesarios (de los 94 millones de dólares solicitados, las agencias solo han recibido 39 millones). Con esta respuesta, Mauritania se había convertido en la emergencia internacional cuya brecha entre lo solicitado y lo recibido es más grande.

Más aún, existe un riesgo real de que esta situación se extienda a los programas contra la desnutrición no vinculados a la emergencia. Los presupuestos totales de la ayuda están cayendo en los cuatro principales donantes bilaterales a Mauritania (EEUU, Japón, España y Francia), que eran también en 2010 los principales donantes globales en materia de nutrición y seguridad alimentaria. Entre todos ellos destaca el derrumbe de la cooperación española, que ya conocen ustedes. No les aburro.

¿Qué vamos a hacer, se preguntarán, con la que está cayendo? Para empezar, podríamos analizar las cifras con cierta perspectiva. El Fondo ODM son 7,5 millones de euros, tres menos que el sueldo anual de Antonio Brufau, presidente de Repsol, una compañía por la que el Gobierno se parte la cara donde haga falta. El coste total de acabar con la desnutrición en el conjunto del planeta es de 10.300 millones de dólares anuales, una quinta parte de lo que se calcula que será necesario para el penúltimo rescate de la banca española. De este dinero, los donantes se limitan a aportar cada año… una quinceava parte (algo más de 700 millones). Estos y otros detalles están explicados en el informe.

Así que, siendo cierto que faltan recursos, el hecho es que a algunos les faltan más que a otros. Como este blog ha repetido en numerosas ocasiones, la distribución de los presupuestos refleja opciones políticas en las que la lucha contra la pobreza (nacional e internacional, y en cantidades incomparablemente más modestas que las ayudas al sector financiero) sale perdiendo. Lo demás son cuentos chinos.

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