Un mal candidato en la UE
La posible llegada de un homófobo maltés a la Comisión Europea es preocupante
Ser viceprimer ministro y titular de Exteriores de su país debería ser un aval suficiente para un aspirante a comisario europeo. Sin embargo, el caso del maltés Tonio Borg plantea graves interrogantes. Llega después de que su conciudadano John Dalli tuviera que dimitir por relaciones con grupos de presión de las tabacaleras, cuando su cartera, la que pretende heredar Borg, era la de Sanidad y Protección de los Consumidores.
Ante las tres comisiones que le han examinado en el Parlamento Europeo, Borg se defendió técnicamente bien. El problema no es de competencia, sino de su archiconservadurismo, incluso a ojos de Malta. El candidato a comisario encargado de materias sanitarias y familiares es abiertamente contrario al aborto, al matrimonio homosexual —incluso fue partidario hace tres años de excluir a las parejas gais del derecho a la libre circulación de personas en la UE— y al divorcio. Alega el futuro comisario que tales opiniones son “personales”. No son asuntos en los que entre la UE, pues el principio de subsidiariedad lo impide, pero el perfil de Borg es un ejemplo más del conservadurismo creciente en Europa.
El Parlamento Europeo debería hacer lo posible por evitar esa deriva cada vez más inquietante. Su plenario votará de forma no vinculante la semana próxima si aprobar o reprobar a Tonio Borg. De momento, los grupos liberal y verde —tercero y cuarto de la Eurocámara— han anunciado su voto en contra del maltés, mientras los socialistas, el segundo grupo en importancia, están divididos.
Los que están unidos como una piña, pues el candidato es uno de los suyos, son los populares, los más numerosos en la Eurocámara. El deslizamiento de algunos miembros de este grupo, que es predominante también en los actuales gobiernos europeos, hacia la idea de “religión, patria y familia” es patente.
El caso de Tonio Borg vuelve a plantear la necesidad de redimensionar una Comisión Europea de veintisiete miembros en la que Alemania, con 82 millones de habitantes, y Malta, con 400.000, pesan lo mismo; y de dotarla de una mayor legitimidad democrática.
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