No desperdiciemos a Draghi
Las iniciativas del presidente del BCE no deben ser obstaculizadas por motivos electoralistas
Hace un año, en las páginas de influyentes diarios internacionales, se vaticinaba un “euroapocalipsis” que iba a producirse por el despilfarro griego, el rigor alemán y Silvio Berlusconi. Pero al final el desastre pudo eludirse. El Gobierno de Grecia aprobó un ambicioso plan de reformas estructurales, Alemania permitió la creación del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y Berlusconi dejó el poder en manos de Mario Monti.
Así que, en vez de una catástrofe, tenemos nuevos euros con la imagen de la princesa Europa, que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, presentó hace unos días. Es mucho mejor tener estos nuevos euros que ningún euro. Y fueron las iniciativas de Draghi las que, finalmente, detuvieron el colapso. Para justificar la creación de su plan de operaciones monetarias —Outright Monetary Transactions (OMT)—, el presidente explicó que su objetivo no es el de financiar Gobiernos, sino lidiar con aquellos mecanismos de transmisión monetaria que están claramente obstruidos por las dudas existenciales sobre el euro.
En las condiciones actuales, algunos países como España están condenados, tanto si salvan a sus bancos e implementan reformas como si no lo hacen. A diferencia de ajustes como los que hizo Suecia en los años noventa, hacer reformas en un contexto de bajo crecimiento global es una tarea digna de Sísifo. Y, en ese marco, los tiempos políticos siguen actuando contra una salida a la crisis.
Detrás de las propuestas de Draghi y el BCE hubo algo más que monetarismo: un implícito “gran acuerdo” de los líderes europeos. Después de una veintena de ocasiones similares sin resultados contundentes, la cumbre que la UE celebró el 28 de junio pasado fue distinta. El quid pro quo con el BCE fue un progreso claro hacia la unión bancaria.
Algunos países como España están condenados, tanto si salvan a sus bancos e implementan reformas como si no lo hacen
Esta unión apunta a reparar uno de los pecados originales de la unión monetaria: se comenzará con la supervisión única de la banca europea, después se abordará la resolución de los bancos fallidos y, eventualmente, se pondrá en marcha un sistema de seguros para los ahorradores. El pacto también incluyó la aquiescencia de Alemania a una eventual mutualización de los rescates bancarios, cuyo objetivo no sería otro que quebrar la “unión mortal” entre bancos y Estados.
La supervisión única en manos del BCE es esencial para detener la renacionalización de los flujos bancarios. Actualmente, los bancos de España, Italia, Portugal y Grecia no logran obtener fondos para nuevos créditos por las dudas de los inversores internacionales sobre la prima de riesgo de los países donde operan. La mutualización de los rescates bancarios, como el de España, es quizá aún mas importante para prevenir la ruina de economías nacionales con rescates que benefician al sistema financiero europeo en su conjunto.
En las últimas semanas, sin embargo, la subida de las Bolsas y la caída de las primas de riesgo han eliminado la urgencia. En la última cumbre, se relajaron los plazos que se establecieron para la supervisión bancaria bajo el BCE, apuntando ahora a “algún momento en 2013”. Más preocupante aún es que Alemania, Holanda y Finlandia manifiesten serias dudas sobre la mutualización de los rescates bancarios. Mientras la canciller Merkel ha prometido que Irlanda sea una excepción, no se ha pronunciado sobre el caso español.
En Madrid, el Gobierno de Mariano Rajoy parece haber decidido dejar de lado cualquier petición de rescate hasta después del 25-N por los efectos que tendría sobre las elecciones catalanas. Mientras tanto, el cálculo político en Berlín es evitar cualquier debate controvertido en el Bundestag antes de las elecciones de septiembre, dada la fragilidad de la actual coalición que gobierna.
Estos irreales tiempos políticos son desastrosos. Mientras los bancos no puedan encontrar fondos para sus operaciones, el desempleo y las dificultades solo van a crecer. España continúa encerrada en un círculo vicioso que conecta las pérdidas bancarias con miseria social y la imposibilidad de lograr cifras abstractas de control del déficit público. Y cuando el PIB baja, el populismo sube.
Existe un paralelismo histórico preocupante: en julio de 1931, fue el pánico ante la quiebra del Creditanstalt, entonces el mayor banco de Austria, el que desató la crisis bancaria más grave de la Depresión. En septiembre de 1931, ya había destruido el esquema monetario de la época, forzando nada menos que a Inglaterra a abandonar el patrón-oro.
El BCE puede proveer liquidez, pero no tiene el poder de detener un pánico bancario como el que estuvo a punto de producirse en mayo con las dudas sobre Bankia y las elecciones griegas. El riesgo no ha desaparecido.
Los mercados, por ahora, parecen tranquilos. Pero la tranquilidad política es preocupante: el eje Roma-París-Madrid debería ser mas contundente sobre la necesidad de cumplir los compromisos con el BCE, favorecer la unión bancaria y luego avanzar hacia la unión fiscal. De lo contrario, los apocalípticos todavía pueden tener razón.
Pierpaolo Barbieri es Ernest May fellow en la Harvard Kennedy School. Su libro, Hitler’s Shadow Empire, será publicado por Harvard University Press en 2013.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.