La nueva criptoeconomía de la ultraderecha
Las ‘memecoins’ no pretenden tener un propósito tecnológico o financiero, son una estafa piramidal vinculada a la nueva red de gobiernos populistas
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La diferencia entre una memecoin y otro tipo de criptomoneda es que no pretende ser ninguna otra cosa. Bitcoin se presenta como una alternativa al oro; una reserva de valor sólida basada en la escasez (solo existen 21 millones de BTC). Ethereum es tan programable que permite crear aplicaciones y contratos inteligentes, códigos autoejecutables dentro de la blockchain que automatizan acuerdos sin intermediarios. Pero las memecoins no pretenden tener un propósito tecnológico o financiero, o estar sujetas a ningún valor real. Son puros vehículos de especulación. También son una estafa piramidal vinculada a la nueva red de gobiernos populistas.
“Así es como funciona cada negocio en este espacio —explicaba en su última entrevista Hayden Davis, CEO de Kelsier Venture y promotor de #MELANIA, la centroafricana $CAR y #LIBRA, la cripto que anunció Milei—. Los insiders conocen el negocio, entran temprano y luego ganan dinero. Gran parte de las críticas provienen de aquellos que no entraron en los negocios. Si estuvieran dentro, no estarían quejándose. (...) ¿De qué otra manera vas a hacer dinero?”. Su candidez recuerda a la de Sam Bankman-Fried, el CEO de FTX, antes de ir a la cárcel por fraude a inversores y prestamistas, conspiración para blanqueo de dinero, fraude en los mercados de valores y financiación ilícita de campaña. Parafraseando al venerado columnista financiero Matt Levine, Davis parece estar diciendo: “Me dedico al tráfico de información privilegiada y me va muy bien”. No parece ser consciente de que estafar es ilegal. Probablemente porque sus últimos clientes han sido el presidente de EE UU y su esposa, el presidente de la República Centroafricana y el presidente de la República Argentina. El escándalo que ha generado su operación argentina le ha impedido lanzar la próxima memecoin en Nigeria, donde ya había enrolado al político clave para la promoción.
En todas pasó lo mismo: un pequeño número de insiders se llevó el botín a casa y el resto perdió. Unos pocos ganaron cientos de millones con $TRUMP y $MELANIA. El resto perdió colectivamente 2.000 millones de dólares. Los promotores sacaron más de 100 millones de comisiones por transacción. La memecoin centroafricana llegó a valer 900 millones de dólares antes del colapso. Libra llegó a valer 4.400 millones. Poco después, Musk subió un 123% el valor de su memecoin favorita (DOGE) cambiando su foto de perfil por una sosteniendo la motosierra metálica roja que le regaló Milei.
Quizá solo son presidentes haciéndose ricos a costa de su electorado. Pero las cripto son el vehículo perfecto para financiar campañas y esquivar las regulaciones tradicionales de financiación. De hecho, son un medio popular entre los grupos supremacistas, nazis y antisemitas americanos. Solo en 2023, la Liga Antidifamación llegó a certificar al menos 15 grupos de extrema derecha moviendo importantes cantidades en criptomonedas para sus actividades. En noviembre de 2020, varios activistas ultras recibieron medio millón de dólares en bitcoin de un donante francés, poco antes del asalto al Capitolio. El FBI cree que se usaron para financiar la operación.
Es improbable que la nueva Administración norteamericana siga investigando esos usos. De momento, ya han retirado su demanda contra Coinbase y han indultado a Ross Ulbricht, creador del mercado negro Silk Road. Hay un proyecto de ley para que el Tesoro y la Reserva Federal compren 200.000 tokens cada año durante cinco años. No tan lejos de allí, Nayib Bukele ha retirado bitcoin como moneda de curso legal menos de cuatro años después de haber sido adoptada en El Salvador.
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