Adiós al centro Casablanca
Leo, con una mezcla de rabia y de pena, el desalojo del centro social Casablanca, en el barrio de Lavapiés de Madrid. Hace tres días pasé allí una tarde agradable, comí unas estupendas tortas de verdura y me senté rodeada de jóvenes que hablaban, reían y se relacionaban en un ambiente tranquilo y distendido. En el patio interior se oía música, algo parecido a jazz, a un volumen que no ponía en peligro los tímpanos ni el sistema nervioso.
Soy maestra de la escuela pública, tengo 53 años, y me pregunté ¿pero estos chicos y chicas de dónde salen? Hablan de arte, de música, de ecología, de política, de cine, de literatura; montan talleres de huerto, de yoga, de bicis, de baile. Son la juventud soñada y conseguida, son los jóvenes que hacen que cualquier maestra se sienta orgullosa, sienta que merece la pena continuar, que no todo está perdido, que esa energía y fuerza de la juventud dará frutos en la construcción de un mundo mejor y más justo.
Quiero soñar que ocuparán otros espacios y que serán cada vez más los jóvenes que lucharán contra este sistema injusto, gris y falso al que nuestras autoridades quieren llevarnos. Quiero dar las gracias y el apoyo a estos sabios jóvenes que me enseñan el camino más recto hacia la libertad.— Marisa Traba Díaz.
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