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Columna
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Pacto generacional

El Estado de bienestar no ha ido aparejado de un auxilio suficientemente intenso a la generación de los más jóvenes y se está notando en sus dificultades para formar familia y para encontrar trabajo

Joaquín Estefanía

Acuciados por la coyuntura más amarga muchas veces nos distraemos de las tendencias a largo plazo, que son las que marcan el futuro de las sociedades. Las consecuencias estructurales de las crisis económicas cambian algunas de sus características permanentes. La coincidencia de la publicación en España de dos estudios sobre dos estratos de la población como son los jóvenes y los mayores de edad, pone en evidencia algunas de esas tendencias y la necesidad de reflexionar sobre los equilibrios intergeneracionales.

El primero de esos trabajos se titula Generaciones y relaciones intergeneracionales, ha sido editado por la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas) y dirigido por la profesora Elisa Chuliá. Sus planteamientos son muy sugerentes: a causa de las dificultades económicas el papel de las personas mayores en las familias se ha reforzado y los abuelos ya no constituyen el eslabón más débil de las mismas. Gracias a sus pensiones (que han tenido un buen comportamiento en relación con la inflación, excepto en el año 2010, en que fueron congeladas) —son ingresos regulares—, a menudo proporcionan estabilidad a toda la familia. Según la memoria del Consejo Económico Social, en 422.000 hogares españoles la pensión del abuelo sostiene al hijo, al nieto y a los dependientes de las tres generaciones.

Según el informe de Funcas, el apoyo que presta a los mayores el Estado de bienestar no ha ido aparejado de un auxilio suficientemente intenso a la generación de los más jóvenes y ello se está notando en sus dificultades para formar familia y para encontrar trabajo. Se precisaría una solidaridad intergeneracional más intensa en ambos sentidos.

Los pensionistas no son ya el eslabón más débil de la familia. Lo son los 'nini', que no tienen empleo ni estudian

El segundo estudio es el Panorama de la educación 2012, que ha editado la OCDE, según datos del año 2010. Aunque en muchos casos ni los periodos ni los segmentos son homogéneos con los de Funcas, las tendencias son válidas: España es el país europeo con más jóvenes que ni estudian ni trabajan (nini) por falta de empleo y de reenganche escolar. Casi uno de cada cuatro jóvenes entre 15 y 29 años (y el 29% entre 25 y 29) son nini. En niveles absolutos, casi dos millones de personas. Estos porcentajes crecieron siete puntos entre 2008 y 2010, por lo que no parece arriesgado hablar de su multiplicación a estas alturas, por la profundidad y la largura de la recesión.

Esta situación genera importantes dudas sobre el corazón de la sociedad española: la idoneidad de sus sistemas productivo y educativo. O porque el primero ha generado puestos de trabajo con un modelo de producción irrepetible basado en una burbuja inmobiliaria de difícil repetición, o porque la escuela en sus diferentes grados no pudo retener en su momento a los jóvenes que prefirieron trabajar que estudiar y que ahora, cuando han pasado a engrosar el ejército de reserva de parados, no han considerado oportuno (ni posible) volver a la formación.

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