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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Jornada clarificadora

Le corresponde ahora a Rajoy solicitar un segundo rescate y negociar las condiciones

Tanto Angela Merkel en Madrid como Mario Draghi en Fráncfort contribuyeron ayer a asegurar que no habrá marcha atrás en el euro, y apoyaron las reformas iniciadas por el Gobierno español. El presidente del Banco Central Europeo (BCE) aportó detalles del nuevo programa de compra de bonos que está dispuesto a instrumentar. Su objetivo es que las cotizaciones en los mercados de deuda pública de las economías más amenazadas —la española e italiana de forma destacada— puedan volver a niveles más compatibles con sus propios fundamentos económicos. Y con el propio mantenimiento de una Eurozona en la que no debe haber tales diferencias en los tipos de interés. La canciller alemana, por su parte, tras reunirse con el presidente Rajoy, envió una señal de apoyo a los esfuerzos españoles y a una eventual petición de asistencia financiera por parte del Gobierno. La reacción de los mercados fue inequívocamente favorable.

Si el Gobierno quiere apoyos comunitarios para que los costes de financiación no sigan siendo prohibitivos es necesario que admita formalmente esa necesidad y solicite “un rescate precautorio”. Esa es la condición necesaria para que el mecanismo previsto por el BCE se ponga en marcha. Ello exigirá el sometimiento a los dictados y a la estricta supervisión europea, de forma similar a como se ha establecido en el rescate al sistema bancario español. Una vez hecha la solicitud y aceptadas las condiciones, el BCE compraría deuda pública española con vencimiento a menos de tres años en los mercados secundarios por cantidades ilimitadas y el fondo de rescate europeo lo haría con las correspondientes emisiones en el mercado primario; en este caso por cantidades limitadas.

Con esta decisión, el BCE ha cumplido con el compromiso de su presidente de tomar “medidas extraordinarias” para neutralizar “el riesgo de reversibilidad” del euro. Ha establecido una detallada tipología de sus intervenciones posibles, aunque todas ellas en instrumentos de vencimiento a corto plazo y dependiendo de los fundamentos económicos del país que lo solicite. Pero ha situado en los fondos de rescate, el vigente y su sucesor, las compras de deuda en el mercado primario, es decir, el de las emisiones directas del Estado. Con ello trata de no violar su mandato y sortear las objeciones de algunos representantes de los bancos centrales más intransigentes, entre ellos, el Bundesbank.

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Son medidas radicales, pero necesarias para evitar ese bloqueo de los mercados al que se han acercado los prestatarios públicos y privados en los últimos años. Sin embargo, no son por sí solas suficientes para que el crecimiento vuelva a la Eurozona. En la misma jornada en que se hacían estos anuncios se confirmó la recesión del conjunto del área, mucho más aguda y prolongada en el caso español.

Al Gobierno le corresponde ahora solicitar esa ayuda, bajo la forma de una nueva línea de crédito. Lo ha de hacer con celeridad y con eficacia en la negociación de las condiciones. No debe jugar con los eufemismos tratando de disfrazar lo que de hecho es un nuevo rescate, por precautorio o suave que se presente. Ahora, las denominaciones importan menos que reducir una precariedad de las finanzas públicas que también tiene un impacto manifiestamente adverso en las familias y las empresas. En la negociación, España ha de hacer valer el apoyo de Alemania.

Bueno sería, además, que extendiera ese ejercicio de realismo y abriera un diálogo al respecto con la oposición. Para empezar, harían bien los socialistas en abandonar su posición contraria al rescate. Se trata de tomar decisiones de gran trascendencia, no solo porque afectan al bienestar de los españoles, sino porque obligarán a España durante bastante más tiempo que una legislatura.

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