El gurú que esculpió a Paul Ryan
Tony Horton ha pasado de amo de la teletienda a entrenador fetiche del Capitolio Su programa de fitness extremo pone a tono al candidato republicano a la vicepresidencia
Con la elección de Paul Ryan, el fitness ha entrado oficialmente en la campaña norteamericana. El candidato republicano a la vicepresidencia es un adicto al deporte. Duerme en su oficina, para ahorrarse un alquiler en Washington. Cada mañana, al despuntar el alba, se reúne con otra docena de legisladores, republicanos y demócratas, en el gimnasio del Capitolio, para someterse a una intensa y dolorosa sesión de entrenamiento ideada y comercializada por Tony Horton, un gurú televisivo del deporte que ha convertido sus rutinas de ejercicio físico en un imperio de 400 millones de dólares anuales.
En Washington, una ciudad donde los políticos tienen poco tiempo para invertir en el gimnasio, Ryan es una notable excepción. Su abnegación es difícil de encontrar en el Capitolio. Presume de un porcentaje de grasa corporal de entre el 6% y el 8%. No come dulces y evita los fritos. El pasado 13 de agosto, al visitar una típica feria veraniega en el condado de Iowa, se negó a probar los perritos calientes empanados, que son casi obligatorios para cualquier candidato en su posición. En enero, durante una entrevista en el canal Fox News, le regalaron una tarta, y dijo que gracias, pero que no la probaría, por su dieta.
Horton ha acudido en más de una ocasión al Capitolio, a entrenar a Ryan y a los demás congresistas. Con ellos, a primerísima hora, ha puesto en práctica su credo: sesiones sin piedad, intensas, demoledoras, de una hora de duración. Esas clases magistrales supusieron toda una revolución: un gurú de la costa Oeste, de Los Ángeles, ciudad de obsesión por el cuerpo, al mando de un grupo de poderosos legisladores en Washington, una ciudad que el comentarista Paul Begala bautizó en una ocasión como el Hollywood de los feos.
Gracias a esas sesiones, el número dos republicano es un fiel seguidor de un programa de entrenamiento conocido como P90X, la creación intelectual de Horton. La P corresponde a power, poder en inglés. El 90 responde a que en 90 días promete un cuerpo de adonis. Y la X viene por extreme, o extremo. Se trata de un paquete de 12 DVD, que cuestan como mínimo 119,85 dólares (unos 96 euros), de una hora de duración, para los que se necesita una cantidad muy limitada de material: bandas elásticas, una barra para dominadas y algunas pesas. Se puede practicar en cualquier lugar, desde el garaje hasta el dormitorio.
“Veo a Paul Ryan y al grupo de congresistas dos veces al año. Comencé a juntarme con ellos en 2009”, explica Horton a EL PAÍS. “En el gimnasio del Congreso se juntan demócratas y republicanos, unidos por las rutinas de P90X. Es una de las pocas instancias en las que los miembros de ambos partidos trabajan juntos de ese modo, es algo extraordinario”. Horton alaba la dedicación de Ryan. “Es una persona que viaja a menudo, más ahora con las elecciones, y que no puede depender de la maquinaria estática de un gimnasio. Va de ciudad en ciudad y se beneficia de este programa en el que no necesita más material que algunas gomas elásticas, pesas y poco más”.
“En el gimnasio del Congreso se juntan demócratas y republicanos. Es una de las pocas instancias en las que los miembros de ambos partidos trabajan juntos”, declara Horton
Horton, de 54 años, es todo un gurú del ejercicio que reside en Santa Mónica y que ha entrenado a todo tipo de celebridades, desde Rob Lowe hasta Sean Connery, pasando por Shirley MacLaine o Sheryl Crow. En su programa, que vende en largos anuncios televisivos, mezcla técnicas de musculación clásicas con yoga, artes marciales, resistencia física y saltos, muchos saltos. “Para hacer estos entrenamientos solo se necesita el propio cuerpo, a la Madre Tierra y la gravedad”, explica. Recientemente ha comenzado un servicio de envío a domicilio de comida saludable, Tony Horton’s Kitchen.
El secreto de las rutinas físicas de Horton es, según él mismo afirma, “confundir a los músculos”. Sus ejercicios se mezclan de una forma aparentemente aleatoria, para sorprender al propio cuerpo y para, además, combatir el aburrimiento que para muchos supone acudir al gimnasio. Sus anuncios, y web, están plagados de historias personales de antes y después, fotos de cuerpos orondos convertidos en estatuas griegas. Asegura que nunca ha pagado a famoso alguno para que hable bien de su programa. “Ni un céntimo. Lo prueban y luego explican los buenos resultados que les ha dado”.
Este líder de algo tan norteamericano como es el fitness ha logrado respeto a nivel nacional a pesar del aire de teletienda de su producto. El año pasado, el Pentágono le invitó a Europa, a entrenar a las tropas apostadas en las bases de Italia, Países Bajos, Alemania, Reino Unido y Kosovo. En la base alemana de Spangdahlem recordó otro de sus pilares: “El ejercicio da buena forma. La buena alimentación es salud. Si una persona quiere estar en forma y saludable, debe hacer ambos”.
El candidato Ryan lo ha aprendido bien. Ni por la mismísima campaña electoral come algo con más calorías de las debidas. Lo cierto es que la semilla de la vida saludable ya estaba en él. En los noventa, cuando acabó sus estudios y se mudó a Washington, compaginó sus primeros trabajos de asistente en el Congreso con un breve empleo de instructor en un gimnasio. Ahora, su objetivo: hacer sus ejercicios de P90X a las puertas del propio Despacho Oval.
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