Error de laboratorio
Un fallo de la Policía Científica empaña la investigación sobre los niños de Córdoba
Un informe pericial encargado por la familia ha dado un vuelco al caso de los niños Ruth y José Bretón, de seis y dos años de edad, desaparecidos el pasado 8 de octubre en Córdoba cuando estaban con su padre, que se encuentra en prisión acusado de su desaparición. El informe, ratificado ahora por un segundo análisis encargado por la propia policía, concluye que entre los restos de una hoguera encontrada en la finca de los abuelos paternos hay huesos y dientes que corresponden a niños de esa edad. Un primer informe de la Policía Científica había concluido que no eran humanos.
Este hallazgo demuestra que, al poco de iniciar la investigación, la policía tuvo ya en sus manos la clave que podría haber resuelto el caso. De haber sido correcto el primer análisis, se hubieran ahorrado 11 meses de costosas pesquisas y un gran sufrimiento por parte de la madre y los familiares de los niños por la incertidumbre de su paradero. Lo que sorprende es que haya fallado precisamente la parte de la investigación que suele tener menor margen de error, pues depende sobre todo de que se apliquen correctamente unos métodos de análisis. También sorprende la contundencia con la que los informes equivocados sostuvieron en su momento que los restos de dientes y huesos no eran humanos, sino de pequeños roedores, cuando el forense contactado por la familia, un reconocido experto, afirma que una observación anatómica permite concluir lo contrario.
Es lamentable que un error de este calibre haya empañado una investigación policial que estuvo desde el primer momento bien orientada y que no escatimó esfuerzos para esclarecer el caso. Desde el principio se trabajó acertadamente en la hipótesis de una venganza del padre de los niños contra su mujer, que había pedido el divorcio, y las pesquisas se centraron en la finca de los abuelos paternos, en la que los niños habían sido vistos por última vez.
Hay que celebrar que este triste episodio llegue a su desenlace, pues aunque la tragedia de los niños no puede ya evitarse, al menos sí las angustiosas incertidumbres de su familia y el esfuerzo inútil de una investigación que parecía condenada a seguir dando palos de ciego. Cabe ahora pedir una investigación interna para determinar dónde y por qué se produjo semejante error en el trabajo, casi siempre certero, de la Policía Científica. Y si se observara negligencia, exigir las responsabilidades que correspondan.
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