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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Decisiones, aquí y ahora

La primera condición para que el euro se salve es una intervención rotunda e inmediata del BCE

A pesar del rescate bancario, España se aproxima a una situación de insolvencia financiera que haría necesaria una intervención total de la economía. Después de que Moody's rebajara la nota de la deuda en tres escalones, desde A3 hasta Baa3, uno por encima del bono basura, la prima de riesgo española llegó a los 552 puntos y el bono a diez años de referencia se situó en en 6,998%, en la frontera que elevaría hasta límites insoportables el coste financiero y expulsaría a la deuda española del mercado. La solvencia española está ya en la pendiente que conduce a un rescate. La asfixiante presión de los mercados deja muy poco margen de maniobra política y económica al gobierno español y también a las autoridades europeas.

El Gobierno tiene una gran responsabilidad en esta situación. Rajoy y su equipo económico han gestionado la crisis bancaria con evidente falta de pericia: han dejado pudrirse el caso de Bankia, han convertido una situación de quiebra potencialmente en un pulso con Bruselas, el BCE y el FMI y se han entregado al negacionismo más ofensivo para sus socios europeos, pretendiendo hacer pasar un rescate de consecuencias onerosas para la economía española, por el aumento de la deuda y el impacto sobre el déficit, como un préstamo barato y sin condiciones. No es fácil pedir a los centros de decisión de la eurozona y los inversores que pongan su confianza en un gobierno que no hace partícipes a los ciudadanos de su delicada situación, que tiende a negar la realidad y que da la impresión, en contra de sus propias afirmaciones, de no tener plenamente en cuenta las consecuencias de la intervención europea en el sistema financiero español.

Pero Europa tiene una responsabilidad mayor en esta crisis. Todos los diagnósticos están hechos, todos los remedios se conocen, pero la eurozona ha sido incapaz de asimilarlos y aplicarlos. Alemania se ha encastillado en unas exigencias de austeridad a un grupo de países sospechosos (Grecia, Portugal, Irlanda, Italia y España) que están ahondando la recesión y provocando conflictos sociales. La endemoniada crisis política de Grecia sólo se explica si se tienen en cuenta, además de la mala gestión económica de sus gobiernos, las penosas condiciones que impuso Europa (es decir, Alemania) para su rescate económico.

El Consejo Europeo del próximo 28 es decisiva para calcular si la moneda tiene algún futuro o si se desmoronará con rapidez, con la posible quiebra de España e Italia, debido a la falta de respuesta de sus dirigentes y a la ausencia de intituciones e instrumentos para hacer frente a la crisis financiera; crisis que está contaminando a la economía mundial. Si de la cumbre salen las mismas promesas de futuro de siempre (más unión fiscal, retales de fondos estructurales para alimentar las ilusiones de recuperación), la moneda única tiene poco futuro. No es que Europa no necesite más homogeneidad fiscal, ni que haya que renunciar a la unión bancaria; es que son objetivos a medio plazo y el euro lucha por su supervivencia inmediata. Aquí y ahora.

Lo que se pide al Consejo Europeo son decisiones inmediatas. La primera, que el BCE compre deuda para salvar la solvencia de los paises en riesgo de intervención mientras se concretan los términos del rescate bancario (caso de España). La segunda decisión es una nueva ronda de financiación bancaria a largo plazo. España e Italia necesitan un enfriamiento intenso y prolongado de las tensiones financieras. A partir de ambas decisiones, es posible elaborar planes estructurales, como la unidad fiscal y bancaria. Como quiere Angela Merkel, aunque, según su costumbre, equivoque lo deseable con lo urgente.

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