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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Retirarse en Marte

Siempre hay un magnate con tiempo libre dispuesto para el turismo espacial

MARCOS BALFAGÓN

Entregar a la Estación Espacial Internacional (ISS) media tonelada de suministros no es la operación con más glamour que cabe imaginar, pero seguramente quedará para la historia como el vuelo que inauguró la era de las misiones espaciales privadas. Tanto la cápsula Dragon que el viernes atracó con éxito en los muelles de la ISS como el cohete Falcon que la puso en órbita han sido fabricados enteramente por SpaceX, una firma de California que ha firmado con la NASA un contrato por 1.600 millones de dólares. Tras el éxito de la primera entrega, y si la Dragon ameriza dentro de unos días en el Pacífico, la empresa fabricará otra docena de estas cápsulas y le servirá a la NASA como una especie de subcontrata para transportes y suministros. Es el primer negocio serio que ha salido del espacio exterior en medio siglo; el glamour vendrá después. La empresa SpaceX ha diseñado sus cápsulas de modo que también puedan servir para llevar astronautas. Ahora los astronautas norteamericanos tienen que volar como pasajeros en cohetes rusos, lo que además de constituir una humillación histórica le cuesta a la NASA un potosí. El transporte privado es mucho más barato en este caso.

Siendo propiedad de una empresa, será inevitable que vuelva a hablarse de turismo espacial, para el que siempre hay dispuesto algún millonario amante del riesgo y mucho tiempo libre. El propio fundador de SpaceX, el tycoon de Silicon Valley Elon Musk, ha declarado su deseo de retirarse en Marte. Para alivio de sus competidores, cabe suponer. Las agencias espaciales públicas pueden salir beneficiadas por la iniciativa de SpaceX, y por otras similares que puedan emprender firmas como la francesa Arianespace, que ya lleva años en el negocio.

Hacer de transportista de suministros y tornillería a la estación espacial no es una imagen de la conquista del espacio muy atractiva para la opinión pública. En tiempos de recesión, parece incluso de mal gusto recordar los 100.000 millones de dólares que ha costado esa estación. La NASA dice que dejar la intendencia en manos privadas le permitirá concentrarse en mandar astronautas “a distancias donde nunca han llegado”. En el peor de los casos, acabaremos todos retirándonos en Marte.

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