500 millones por mi dignidad
Me considero una persona atenta a la realidad que me rodea y, durante estos casi cuatro años que dura ya la crisis, lo he sido especialmente.
Lo he sido cada mes, con cada dato de aumento del desempleo, cada trimestre con cada caída del PIB. Lo he sido con cada informe del Tesoro público sobre el aumento de nuestra prima de riesgo o cada degradación de nuestra nota soberana por parte de Standard & Poor’s. Lo he sido cada vez que Eurostat confirmaba la cifra récord del déficit y mientras nuestra deuda pública seguía acumulándose para las generaciones venideras. También, cuando los medios internacionales se hacían eco, justamente en ocasiones, injustamente la mayoría, del peligro para la estabilidad de la economía mundial que nuestras finanzas suponían. Lo he sido cuando unos reducían la inversión en I+D+i, y cuando otros le daban un golpe mortal. También cuando se vilipendiaban los esfuerzos realizados durante años en Cooperación al Desarrollo.
Sin embargo, nunca, nunca, durante este periodo de tiempo, me he dejado de sentir orgulloso de venir de donde vengo ni de ser lo que soy.
Nunca, hasta ayer: el hecho de negar a los inmigrantes en situación irregular el derecho a la sanidad me hace sentir vergüenza de pertenecer a la sociedad a la pertenezco, la española. Una sociedad que desde ayer es más pobre no solo en lo económico, sino también, lo que es más importante, en lo moral, lo ético y en su dignidad y responsabilidad hacia sus eslabones más débiles.
Supongo que este es el cambio de percepción de la “marca España” que el Gobierno del señor Rajoy nos prometió.— Alejandro Dorado Nájera.
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