_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ni la Fanta

¿Por qué un ser feliz necesita restregar por la cara a los otros su bienestar?

Juan José Millás
Matthieu Ricard, monje budista que asiste al Congreso de Coca Cola.
Matthieu Ricard, monje budista que asiste al Congreso de Coca Cola.J. SANCHO (EFE)

Abróchense los cinturones porque resulta que no solo existe el escritor más leído del mundo y el cantante más escuchado y el político más poderoso, existe también el hombre más feliz del mundo, el más feliz, un monje tibetano al que patrocina Coca-Cola sin que, por razones urgentes de simetría, Pepsi-Cola subvencione al más desdichado (o la más desdichada: el genérico, que no funciona). ¿Qué necesidad, piensa uno, tendrá el hombre más feliz del mundo de anunciar un refresco? ¿Qué le falta aún, qué carencia fundamental le aqueja para acudir a un congreso sobre la felicidad organizado por una multinacional? Un congreso que dejará sin duda a los parias de la Tierra como a una panda de gilipollas, de leprosos, de gente con pocas habilidades sociales. ¿Por qué un ser feliz necesita restregar por la cara a los otros su bienestar? Señor feliz, asómese usted, por favor, a una vida cualquiera, a la de ese hombre, por ejemplo, que acaba de levantarse de la cama y que en el desayuno ha de lidiar con un hijo adolescente en vías de escaparse del sistema (quien dice un hijo dice una hija, otro puto genérico que no rula). Fíjese, si lo prefiere, en el hijo (o hija) que no comprende por qué el bobo de su padre, a punto de ser sodomizado por la reforma laboral, continúa obedeciendo órdenes. Da igual, quédese con el padre o con el hijo, el que más rabia le dé, los dos habitan en un mundo donde el griego, que hasta ayer era un beso, ha devenido en una forma de suicidio. Mírelos en el metro, enterándose por un periódico gratuito de que existe el hombre más feliz del mundo y que se exhibe sin pudor como un fenómeno de feria. A ver qué hacen los pobres, aparte de cagarse en todo, aun sabiendo como saben que si eres de los que te cagas en todo (o de las que te cagas en todo, otra vez el maldito genérico) no te patrocina ni la Fanta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_