África al socorro de África
Autor invitado: Sanou Mbaye (*)
"... África se encuentra ante un dilema: dejar las cosas como están y exponer así a sus países y sus poblaciones a un perpetuo empobrecimiento que se va agravando a lo largo del tiempo, o apelar a las vías legales y a la movilización interna para cortar ese nudo gordiano que es la pobreza. África no puede seguir dejando a Occidente que saquee sus recursos, causando y alimentando desórdenes y sirviéndole como pretexto para justificar el despliegue de sus fuerzas armadas en el continente para perpetuar, con toda impunidad, una política de ocupación que dura ya varios siglos, a pesar de las promesas de independencia política nacidas hace medio siglo y que, finalmente, se han demostrado ilusorias.
'The car pusher' de Ade Adekola, Nigeria. Vía A view from my corner.
La cultura africana reposa en una osmosis entre el hombre y su ambiente. En efecto, la fauna y la flora, el viento, el agua, los espíritus y los muertos participan de la misma esencia y se integran en un proceso continuo que confiere al hombre negro la riqueza de su visión del mundo y constituye la misma base de su cultura que vive intensamente compartiéndola, vehiculándola y perpetuándola de generación en generación, cualesquiera que sean los avatares de la vida. Nada más alejado del africano que el mercantilismo en el que todo está sujeto a las leyes del comercio: los humanos y sus órganos, la salud, la cultura, la protección social, el agua, el aire, incluso los campos virtuales que algunas empresas como Second Life venden, mediante suscripción de 9,95 dólares por mes, a millones de clientes que los sitúan en fábricas, comercios, discotecas, casinos y rincones del paraíso, todos tan virtuales como los ámbitos de los que están hechos.
La sacralidad de la infancia, por ejemplo, hace incomprensible el maltusianismo a los africanos. El respeto a los ancianos impide su internamiento en asilos. Es este fondo cultural vivo pero corrompido por siglos de dominación el que hace tan caricaturesca y manipulable la actitud de todos esos negros que caen en la trampa capitalista de la acumulación desenfrenada de riqueza. Los primeros misioneros que llegaron a África no entendían que los pescadores se conformaran con pescar lo que necesitaban, sin pensar en acumular excedentes que pudieran venderse.
Este desfase cultural se aprecia también en la actitud de los empresarios chinos en África, que no entienden el comportamiento de sus asalariados, que se niegan a hacer horas extraordinarias, prefiriendo la compañía de su comunidad a un excedente de dinero. En opinión de los chinos, este comportamiento basta para justificar la importación a África de mano de obra de su país. El fracaso de los modelos de desarrollo occidentales en África se explica en parte por el rechazo a hacer del materialismo el principio y el fin de sus vidas. El desarrollo en el que los africanos deben iniciarse tiene que estar de acuerdo con su patrimonio antropológico.
Ya es hora de que Occidente comprenda que la construcción de África serviría a sus pobres intereses, como la reconstrucción de la Europa de posguerra sirvió a los intereses de Estados Unidos.
Sobre este tema, Anne-Cécile Robert, periodista de Le Monde Diplomatique, desarrolla en su libro L’Afriqe au secours de l’Occident la idea según la cual no sólo el desarrollo de África serviría al crecimiento económico de Occidente, sino que este último se beneficiaría al apropiarse de una parte de la cultura africana para corregir las derivas de una sociedad que se ha hecho inhumana, basada sólo en la productividad, en detrimento del ser humano.
El medio económico africano es favorable a una revisión radical de las estrategias de desarrollo, habida cuenta de que se cumplen las condiciones requeridas para una industrialización floreciente: tasas de beneficio elevadas, seguridad de las inversiones y mano de obra cualificada.
En lo referente a la rentabilidad de las inversiones, como regla general, la tasa de rentabilidad para las inversiones extranjeras directas ha sido de media, en el año 2000, según la Oficina de Análisis Económico del Departamento de Estado norteamericano, del 19,4% en África, comparada con el 18,9% en Oriente Medio, el 15,1% en Asia-Pacífico, el 8,3% en América Latina, y el 10,9% en Europa. Sin embargo, pese a la superioridad de estos márgenes de beneficios, África sólo alcanza 1.100 millones de dólares de inversiones directas extranjeras en 2000, contra 1.900 millones de dólares en Oriente Próximo, 21.000 millones de dólares en Asia-Pacífico, 19.900 millones de dólares en América Latina y 76.900 millones de dólares en Europa2.
No sólo la parte destinada a África es moderada, sino que está mal repartida y beneficia sustancialmente a los productores de petróleo como Nigeria y Angola. Las inversiones se limitan en gran parte al sector primario, preludio del sometimiento y de la pobreza de África, debidos a la explotación sistemática de sus recursos, sin la contrapartida de inversiones productivas, de creación de empleo y de exportaciones de bienes manufacturados.
Sabiendo que la seguridad de una inversión se mide por el rasero de la solvencia de los deudores, es importante advertir que los deudores africanos siempre han sido considerados buenos alumnos de las instituciones de Bretton Woods. Con la excepción de los que son presa de guerras civiles, nunca han faltado a sus compromisos, contrariamente a muchos otros países como Rusia, Argentina o México, que, pese a ello, siguen recibiendo amplias cantidades en inversiones.
Otro factor que incita a invertir en un país es la existencia demostrada de mano de obra calificada. Algo que no falta en África, como demuestra la deserción de cuadros de empresa africanos a Occidente, tal como ya explicamos en el capítulo dedicado a la fuga de cerebros.
Para concluir, es evidente que China, “taller del mundo”, así como otras potencias emergentes como India, Brasil y Rusia, que constituyen formidables fuerzas de crecimiento a nivel mundial, no pueden, por sí solas, corregir los peligrosos desequilibrios que afectan al mundo entero.
Esta situación puede permitir la creación de decenas de millones de empleos en el mundo durante las décadas futuras para restaurar esos desequilibrios. Este objetivo debe crear los fundamentos de una auténtica cooperación entre la Unión Africana, los Estados miembros y la comunidad internacional. Esta cooperación debe reposar en una apropiación africana, auténtica y no de fachada, de sus estrategias de desarrollo. Las poblaciones negras, que se aproximarán a los mil millones de individuos en los 25 años futuros, no podrán ser excluidas del sistema de producción y distribución mundial, esencialmente condicionado por una producción de masas y un consumo a gran escala.
Es ya el momento de que los africanos se liberen de su alienación, pongan fin a sus divisiones y reivindiquen su espíritu empresarial.
Algunos ejemplos históricos nos han mostrado que pueblos martirizados y diseminados a través del mundo han encontrado razones para esperar —hasta tal punto estaba profundamente anclada en ellos la fe en un gran destino que apela a la participación de todos—. A este respecto, pocas veces hemos podido escuchar un consejo más prudente que el de un diplomático israelí destinado en Costa de Marfil. Reivindicaba el valor de la tradición de solidaridad de los judíos, 13 millones de los cuales, pertenecientes a la diáspora, invierten y hacen de Israel su principal centro de interés, al tiempo que beben de tres fuentes para construir una identidad común: su tierra de adopción, el judaísmo e Israel. Es el resultado de una noble actitud moral que les honra y que los africanos ganarían meditando sobre ella para estar un día, a su vez, en condiciones de poder aplicar su propio tríptico: su tierra de adopción, su negritud y la madre África.¨
(*) Sanou Mbaye (Senegal, 1945), especialista en economía africana, asentado en Londres, y ex miembro del equipo de altos directivos del Banco Africano de Desarrollo. Es editorialista de Le Monde Diplomatique y sus artículos son traducidos a una decena de idiomas. Entres sus trabajos figura África Subsahariana: caminos posibles para romper con la mundialización, Cómo superar la división norte-sur de África y La estrategia maestra de China en África. El texto aquí publicado son las conclusiones del libro África al socorro de África, uno de los volúmenes de la estupenda colección sobre el continente que editan Catarata y Casa África. Se puede seguir al autor en su propio blog: Les Pages de Sanou Mbaye.
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