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Tribuna
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¿Ha dicho usted ideas políticas?

El PSOE ha evitado el suicidio con Rubalcaba, pero el Partido Socialista necesita ideas que no se han visto en esta campaña

Félix de Azúa

Sospecho no haber sido el único en haber sentido un considerable alivio al saber que el elegido para dirigir el PSOE había sido Alfredo Rubalcaba. A mi modo de ver (y con la venia del profesor de sociología) el partido socialista ha evitado el suicidio por los pelos. La candidata Chacón representaba lo peor del zapaterismo: el socialismo trivial y el socialismo tribal. Con un partido de hechuras chaconianas habría sido imposible saber qué votaba uno, si las multas lingüísticas de la Generalitat o el ejército español, la amistad con Bildu o la vanguardia del feminismo, los monigotes de López Aguilar o los de la familia Pajín, los negocios de Roures o los de Botín. Es posible que la radiografía de Rubalcaba tampoco esté muy definida, pero da la impresión de una mayor solidez, como si fuera partidario de un socialismo adulto y no del socialismo adolescente que ha llevado a este país a la caricatura.

Sin embargo, el proceso electoral, por llamarlo de alguna manera, no auguraba nada bueno. Desde el primer momento ambos candidatos juraban a quien quería escucharles que iba a ser una disputa de ideas, un conflicto de políticas, dos modos de entender la dirección del país. O sea, un debate de ideas políticas. Los desconcertados seguidores tratábamos afanosamente de encontrar alguna idea entre los discursos, las frases cosméticas, los logos de agencia publicitaria, el autobombo, la perfecta vacuidad del lenguaje político a la española trufado de ejemplos futbolísticos. Era como buscar una moneda de oro en el vertedero. Muchos, por lo menos aquellos con quienes lo he comentado, pero también los que escriben en los periódicos, no hemos alcanzado a oír una sola idea en toda la campaña. Un orgánico de Zapatero decía en un programa de la tele que las ideas estaban colgadas no sé dónde, en las páginas inmateriales de cada candidato. Sería verdad, o sea que aún podrían haberlas escondido mejor. Lo cierto es que a las gentes poco preparadas nos ha parecido que la disputa, la campaña, la elección, iba sobre quién controlará los empleos y los sueldos del partido. Asunto relevante cuando se han perdido miles de poltronas, pero que, francamente, son una minucia comparada con los parados de verdad.

Y no es que no hagan falta las ideas acerca de la política española, o de la gobernanza, como dicen los enterados apoyando mucho la zeta, porque el país está hecho unos zorros. No sólo económicamente, sino, sobre todo, anímicamente. Nadie cree una sola palabra que emane de un organismo oficial (si no trabaja en uno), nadie tiene la menor confianza en los partidos políticos (a menos que cobre de ellos), la universidad es un cetáceo muerto, nadie está haciendo proyectos para nada, porque, ¿para qué? La tarea del PP no será otra que la de devolver credibilidad a las instituciones de la nación, ya que, de momento, la nación sólo sirve para pagar deudas.

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El nuevo secretario general tiene ocho

El viernes 3 de febrero este periódico publicó un artículo de Nathan Gardels que a mi entender establecía con agudeza la paralización intelectual y moral de algunas democracias como la italiana, la norteamericana y (añado yo) la española. En éstas, los intereses económicos de los partidos están tan arraigados en el circuito del gran capital, son tan evidentes las relaciones de dependencia y clientelismo, que sólo es posible una política demagógica como la de Zapatero antes de que le llamaran al orden. En estas democracias, escribe Gardels, “los políticos electos están tan en manos del sentimiento populista inmediato y de los intereses especiales organizados, que los partidos vacían de contenido la mera formulación de cualquier política que intente llegar a un compromiso por el bien común a largo plazo, incluso antes de que se someta a votación en el Parlamento. El proyecto de ley que sale adelante está desprovisto de substancia y significado. Por consiguiente lo que permanece es el statu quo”.

Evidentemente, cuando no se puede hacer política en serio, cuando el statu quo es tiránico, se hacen políticas aproximativas lo más inocentes que sea posible, como la Alianza de las Civilizaciones que podría ser una iniciativa de la UNESCO, o la declaración irritantemente repetida de “federalismo” que sólo tiene como finalidad dejar que cada tribu se reparta el dinero según su capacidad de chantaje, o las majaderías sobre el uso de “miembros” y “miembras” nacidas en cabezas totalmente poseídas por el vacío.

A la izquierda la corrompe el poder. La derecha no tiene por qué corromperse en el poder, no le hace falta, aunque lo haga. Por lo general los partidos conservadores tienen establecida de antemano su financiación y las corrupciones vienen de subordinados codiciosos, no de la misma dirección. Los partidos de izquierdas tienen enormes problemas para financiarse y si no se andan con cuidado es toda la estructura la que al final sólo trabaja para mantener los sueldos de la burocracia del partido. Esta es la impresión que daba (a la gente sin estudios de sociología) la campaña de los socialistas. Eran dos modos de entender la gerencia del Partido, no la del Estado. Y dos clientelismos que calculaban con quién les iría mejor. Por los apoyos que han recibido uno y otra, me parece que las ideas no, pero el retrato de la clientela ha quedado bastante enfocado. ¿Qué tienen en común, políticamente, Griñán y Chacón? ¿Opinan igual sobre las autonomías? ¿O Patxi López y Rubalcaba? ¿Ambos coinciden con Eguiguren, presidente de López? ¿Han hablado de política, realmente? Pues nos gustaría mucho conocer el contenido de sus conversaciones.

En la campaña hemos visto dos modos de entender la gerencia del PSOE, no la del Estado

Tiene Rubalcaba unos ocho años para levantar los ánimos del partido. Es de esperar que elimine la demagogia guerracivilista que ha movido con extremada estupidez la corte de Zapatero hasta convertir a este país en una sociedad, según ese principio, con doce millones de franquistas y mayoría absoluta. En su discurso final aseguró Rubalcaba que desea un país en donde ningún ciudadano sea mejor que otro y ningún contribuyente goce de más privilegios que los demás. Bueno, pues a ver qué hace con Cataluña y con el País Vasco. Habló de un país laico, veremos si es verdad: podría empezar exigiendo que las iglesias tributen al fisco como todo quisque. Algo dijo contra los bancos, pero ha sido el PP el que ha limitado los sueldos de los bancarios, la gente más detestada de este país después de los pilotos. Y así sucesivamente.

El camino será largo y sobre todo abrumadoramente aburrido. La izquierda ha dilapidado su capital histórico: la igualdad de todos ante la ley, la educación como herramienta de superación, la libertad de la mayoría y no sólo de algunas minorías, la cultura como instrumento crítico, la lucha contra la corrupción y el parasitismo incluida la corrupción y el parasitismo sindicales, el rechazo de la ideología reaccionaria de los nacionalistas, la promoción de los mejores y la persecución de los enchufados… en fin, se podrían llenar seis folios de tareas pendientes, pero sobre las que nadie ha dicho una sola palabra en estas elecciones, o lo que hayan sido. Ni una palabra.

Uno desea lo mejor para Rubalcaba, no tanto porque ponga alguna ilusión en la renovación de la izquierda, cuanto porque sin una oposición sensata y verosímil los desmanes del poder son siempre más insoportables. Ayúdenos, señor Rubalcaba, que bien lo vamos a necesitar.

Félix de Azúa es escritor.

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Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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