¿Dónde están las urnas? (II): los jóvenes solo conocen la violencia
Pinche en el titular para consultar la primera entrega de esta serie, ¿Dónde están las urnas? (I): año electoral.
La mayoría de los países africanos han optado claramente por la democracia. Sin embargo, durante 2011, el 78% de las elecciones celebradas en el continente fueron fuente de violencia, tanto antes como después de los comicios. Solo se vieron libres de este fenómeno Zambia, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe y Seychelles. Esto está recogido en el informe de Human Rights Watch de 2012.
Violencia post-electoral en Kenia. Foto Ben Curtis/AP via amicc
Por ejemplo, las fuerzas de seguridad de la República Democrática del Congo o de Uganda desataron una brutal represión contra seguidores de los partidos de la oposición, periodistas, líderes políticos y simples ciudadanos que dudaron de la transparencia y resultado de los comicios. En Costa de Marfil, la violencia postelectoral fue la causa de al menos 3.000 muertes. Igual sucedió en Nigeria, Guinea o Burundi. En otros países, como Ruanda, no se permite la oposición política. Y en el caso de Sudán del Sur, el referéndum que decidió por abrumadora mayoría la independencia del Norte no ha supuesto el fin de la violencia.
En la entrada anterior de esta serie me atrevía a decir que no siempre la violencia tiene que ser parte integrante de los procesos electorales africanos. No sé si me pasé de optimista. Viendo cómo están evolucionando las cosas, parece que el 2012 también se va a caracterizar por este fenómeno.
Sabemos lo que sucede en Senegal. Bueno, no mucho, porque los grandes medios de comunicación casi no hablan de ello. Se han centrado en el rechazo de la candidatura del cantante Youssou Ndour, pero como nos advertía Cheik Séne a través de Twitter (@Cheikh_Sene), las manifestaciones no tienen nada que ver con eso, sino que son contra el presidente Wade. Menos mal que él está allí, tomando parte activa en las movilizaciones. Al igual que José Naranjo (@naranjo_p) que también nos informa de lo que sucede con sus tweets o con sus artículos en GuinGuinBali. No voy a profundizar en esta crisis porque en los últimos días este blog ha publicado varias entradas analizando el problema y el post ¿Qué pasa en Senegal? lo cuenta muy bien y muy claro.
También sabemos que en Sierra Leona se están produciendo muchos casos de violencia pre-electoral de cara a las elecciones generales que se celebrarán en noviembre.
Normalmente, la violencia que acompaña a los procesos electorales se atribuye a los jóvenes, alegando que son personas descontentas con la situación general del país y frustrados ante la alta tasa de desempleo y la falta de oportunidades. Puede ser verdad que ellos sean los autores materiales de los disturbios, pero pienso que las mentes criminales, los que organizan y manipulan a esos sectores de la población, en su propio beneficio, son los políticos.
Muchos dirigentes africanos tienen inculcada la idea del jefe vitalicio que durante siglos ha sido señor absoluto de sus aldeas y súbditos, por eso les cuesta tanto ceder o compartir el poder. Se trata de dictadores con piel de demócratas.
El anterior Paramount Chief (rey) del Tonko Limba, en Sierra Leona, Kandeh Kogba Alimamy Bombolahai III, siempre me repetía: “Yo soy el dueño y señor de cada árbol, de cada río o arroyo, de cada animal, de cada hombre y de cada mujer de mi reino, ellos me pertenecen y yo decido sus destinos. Nada sucede sin que yo lo ordene”. Así terminó, envenenado por sus súbditos. Nunca fue consciente de que los tiempos estaban y están cambiando.
Algunos presidentes como Teodoro Obiang Nguema (Guinea Ecuatorial), José Dos Santos (Angola), Robert Mugabe (Zimbabue), Paul Biya (Camerún), Yoweri Museveni (Uganda), Blaise Compaoré (Burkina Faso), François Bozizé (República Centroafricana), Denis Sassou (República del Congo) y ahora Abdoulaye Wade (Senegal) se han empotrado en el poder. Otros han sucedido a sus padres, como Ali-Ben Bongo (Gabón) o Joseph Kabila (República Democrática del Congo), abriendo el camino a dinastías hereditarias.
A imitación de ellos, muchos de los políticos intermedios (parlamentarios, gobernadores, consejeros de distritos…) se aferran a sus posiciones y utilizan cualquier medio para mantenerlas. Teniendo dinero y algo de poder, es fácil manipular la indignación de los jóvenes y transformarla en un ciclo de violencia y represión en beneficio propio.
Mapa de Freedom House via BBC. En él se clasifican los países africanos de acuerdo a su grado de libertad politica.
Que la codicia de los políticos es la causa última de la violencia que se produce en torno a la mayoría de los procesos electorales africanos la demuestran distintos ejemplos:
- El ex presidente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo se encuentra en La Haya acusado por el Tribunal Penal Internacional de crímenes contra la humanidad. Se le considera responsable de la ola de violencia que sacudió al país tras su derrota en las elecciones del 28 de noviembre de 2010. El anterior fiscal general del Tribunal, Luis Moreno Ocampo, dijo al respecto. “Los dirigentes políticos deben entender que no puede recurrirse a la violencia para acceder al poder o mantenerse en el mismo”.
- En Kenia, tras las elecciones de 2007, la violencia desatada fue causa de la muerte de 1.200 personas y de que otras 600.000 tuvieran que abandonar sus hogares. Ahora el Tribunal Penal Internacional considera que dos ex candidatos presidenciales y a otros dos políticos son los responsables directos estos atropellos.
- En Sierra Leona, con motivo de los conflictos que está generando la precampaña electoral, la presidenta de la Comisión Electoral (NEC), Christana Thorpe, ha emitido un comunicado culpando directamente a los políticos de los distintos partidos de ser los causantes de la violencia. También les recuerda que tienen la obligación de poner fin a esa situación.
- En Senegal, está claro que la decisión de Wade de volver a presentarse a las elecciones está detrás de las protestas que se suceden en el país, que hasta el momento han causado cuatro muertos.
Caso probado: los políticos culpables.
- El ex presidente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo se encuentra en La Haya acusado por el Tribunal Penal Internacional de crímenes contra la humanidad. Se le considera responsable de la ola de violencia que sacudió al país tras su derrota en las elecciones del 28 de noviembre de 2010. El anterior fiscal general del Tribunal, Luis Moreno Ocampo, dijo al respecto. “Los dirigentes políticos deben entender que no puede recurrirse a la violencia para acceder al poder o mantenerse en el mismo”.
- En Kenia, tras las elecciones de 2007, la violencia desatada fue causa de la muerte de 1.200 personas y de que otras 600.000 tuvieran que abandonar sus hogares. Ahora el Tribunal Penal Internacional considera que dos ex candidatos presidenciales y a otros dos políticos son los responsables directos estos atropellos.
- En Sierra Leona, con motivo de los conflictos que está generando la precampaña electoral, la presidenta de la Comisión Electoral (NEC), Christana Thorpe, ha emitido un comunicado culpando directamente a los políticos de los distintos partidos de ser los causantes de la violencia. También les recuerda que tienen la obligación de poner fin a esa situación.
- En Senegal, está claro que la decisión de Wade de volver a presentarse a las elecciones está detrás de las protestas que se suceden en el país, que hasta el momento han causado cuatro muertos.
Lo importante es que estos hechos no desdicen la opción tomada por la mayoría de los ciudadanos y países africanos a favor de la democracia y el buen gobierno. Se dan pasos importantes en este sentido. Uno de ellos es el Tratado Africano sobre Elecciones Democráticas y Gobernanza (ACDEG), que entrará en vigor este mes de febrero.
Este documento fue adoptado por la Unión Africana en enero de 2007. En él, cada Estado miembro (hasta ahora solo lo han firmado 15 países, de los 54 que son miembros de la UA) se compromete a regirse por los valores y principios democráticos, a respetar a los Derechos Humanos y a salvaguardar la supremacía del orden constitucional. También abre la puerta a la persecución, por parte de instituciones internacionales, de aquellas personas que accedan al poder o se mantengan en él de forma violenta o no democrática. Por lo tanto, es un signo de esperanza y posiblemente facilitará el comienzo de una nueva etapa en el continente africano en la que primen las elecciones libres y justas, el buen gobierno y el estado de derecho.
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