¿Qué pasa en Senegal?
El presidente de Senegal, Abdoulaye Wade, en junio de 2006. Foto: Hasan Sarbakhshian / AP
Por Lola Huete Machado.
Es un hecho: van tres muertos: un policía en la capital (Dakar) y dos civiles en Podor. Otro: hoy es un martes cargado de tensión, pues hay convocada una gran manifestación no autorizada, a las tres de la tarde, contra el actual presidente del país, Abdoulaye Wade, de 85 años, que puede representar un antes y un despúes de su era (iniciada en 2000). Tercero: la violencia no es una característica habitual de Senegal, un país de democracia asentada, luego su existencia última es prueba de que algo va mal. Y cuarto: una estatua gigantesca (49 metros de altura) se levanta y lo mira todo desde lo alto de una colina en Dakar, el Monumento al Renacimiento Africano. Dicen que el rostro del hombre es el de un Wade joven. Costó 29 millones de euros; fue construida por ingenieros coreanos hace nada y es la prueba pétrea de la megalomanía con que el presidente y su séquito, muy numeroso, muy aferrado al poder, han vivido y gobernado en los últimos tiempos.
Monumento al Renacimiento Africano dominando Dakar. Empresa personal del presidente, costó 20 millones de euros.
El Consejo Constitucional en Senegal rechazó ayer lunes de madrugada todos los recursos presentados por la Oposición para impedir que Wade optase a un tercer mandato (siete años más) presentándose a las próximas elecciones del 26 de febrero. El descontento en Senegal con el Gobierno era ya un clamor desde antes de 2011: subida constante de precios de alimentos y viviendas, obras faraónicas sin sentido y dejadez de otras imprescindibles (como la mejora en educación o de la Administración): en Dakar, por ejemplo, se construye desde hace una eternidad una autopista ¡de peaje!, mientras las normales (la normal, sólo hay una de entrada y salida a la ciudad) son un caos o la mayoría de las calles no tienen asfalto; las obras del nuevo aeropuerto internacional son un agujero sin fondo, y la organización de eventos culturales o saraos comerciales millonarios con afán multinacional espanta desde hace mucho a algunos senegaleses.
La corrupción y los favores políticos entre los privilegiados son moneda cotidiana. Otro detalle: con poco menos de 13 millones de habitantes existían hasta hace nada ¡24 ministerios (aunque Wade los rebajó a 17 hace un tiempo)!, muchos son y con una clara utilidad: colocar a las familias de unos y otros en los cargos. De su población, alrededor de la mitad vive por debajo de la línea de la pobreza y la esperanza de vida es de 56 años; la falta de oportunidades empuja a los más jóvenes a abandonar el país y llegan a Europa de forma ilegal (o muertos), en un goteo constante de salidas que ninguna campaña ha conseguido parar. La tasa de paro juvenil es tan brutal que basta asomarse a la calle para contempla las masas de jóvenes desocupados vendiendo pequeñeces para subsistir. Además, la inseguridad ha aumentado en las calles de Dakar en los últimos tiempos.
Karim Wade, hijo del presidente. Fotografía vía AfrolNews.
Una situación de la que muchos culpan a este presidente ya anciano, considerado títere de su hijo Karim Wade (la mano que se ve detrás de todo), y a una política que nada tiene del programa inicial del Partido Democrático Senegalés (muy apoyado en 2000 por los mismos grupos que ahora lo repudian) que clamaba por libertades y democracia, ni con los nuevos retos del país. Más interesado por lo de fuera que por lo de dentro, hecho a la medida del gobierno francés es considerado Wade desde hace ya rato.
Cuestión de tiempo era el estallido social. Pero se aceleró más desde el momento en que Wade anunció en diciembre, bien rodeado y alentado por lo que llaman "los hombres del presidente", su intención de presentarse de nuevo y hasta de modificar la Constitución para lograrlo. De golpe de Estado constitucional y preludio de otro electoral, lo definieron de inmediato sus opositores.
Momento en que Wade anuncia su decisión de volverse a presentar a un tercer mandato, durante un congreso de su partido el pasado 24 de diciembre. Las reacciones en la calle no se hicieron esperar.
Las revoluciones en el Norte de África han tenido eco entre la población y los incidentes y manifestaciones de los indignados también han existido (#OccupySenegal), con inmolaciones incluidas frente al palacio presidencial en protesta por una situación de desesperanza, pobreza y corrupción difícil de sostener: un país pequeño, hermoso y rico culturalmente, calmado, muy valorado y bien relacionado con Europa y Estados Unidos, con aspiraciones comerciales (aunque no tenga ninguna materia prima de las golosas, como petroleo) y turísticas, y posibilidades de prosperidad gracias a los muchos senegaleses de la diáspora y, digamos, a otras ayudas internacionales (por el control de fronteras, la pesca y otros) y de cooperación al desarrollo. Y más: Senegal es uno de los Estados más estables del África subsahariana, un modelo, uno de los contados países africanos que nunca sufrió golpe de estado, usual mediador de conflictos. Con una tradición de consenso y de paz que Wade parece querer dinamitar.
Qué hará hoy la población, no se sabe. Nuestro compañero Cheikh Sène se preguntaba si es necesario en verdad inquietarse y apuntaba ayer a la capacidad de sus compatriotas para olvidar pronto y hacer como sin nada pasara. En la BBC se hablaba de la inconveniencia de una Primavera Árabe en el África Subsahariana. "A medida que se incrementan los niveles de vida, que las poblaciones se vuelven más cosmopolitas y mejor educadas y a medida que la sociedad en general alcanza una mayor condición de igualdad, las personas comienzan a demandar no simplemente más riqueza, sino reconocimiento de su estatus... Estos son exactamente los cambios sociales que están sucediendo hoy en día en África. El progreso se logró y sólo puede mejorar. Estas peticiones y el deseo de las personas por ser escuchados -para que sus gobiernos rindan cuentas- sólo pueden ser tratados por fuertes instituciones democráticas en desarrollo y no simplemente deshaciéndose de presidentes y sus gobiernos. Esto es lo necesario en la siguiente fase de la democracia de África y no una Primavera Africana cortada por el mismo patrón de la Primavera Árabe", escribe Jimmy Kainja, académico de Malaui en la London Metropolitan University.
Al Jazeera se pregunta si Senegal se desliza hacia el caos poniendo en riesgo así una de las democracias más maduras del continente. En Le Monde hablan de que Wade no está a la altura de sus antecesores, no es verdadero hombre de Estado.
El periodista José Naranjo, en el terreno, desde el portal GuinGuinbali (que está haciendo seguimiento constante), reflexiona sobre qué mensaje quiere dar Senegal hoy al mundo: "Las grandes dudas que a mí particularmente me asaltan respecto a este martes 31 de enero son: ¿Qué capacidad, que fuerza real, tiene la oposición para movilizar al pueblo senegalés? Estamos a unas horas de averiguarlo. ¿Tiene Wade las cosas atadas y bien atadas, tal y como aparenta, o este artista de la prestidigitación se está tirando un farol? En el caso de que las cosas se pongan más feas todavía, ¿cómo reaccionarán las fuerzas del orden? ¿Dispararán contra la multitud, como ocurrió hoy en Podor? ¿Cuál es el límite hasta el que están dispuestos a llegar los líderes de la oposición? ¿Cuál es el límite que nunca franqueará Wade, la barrera invisible que le dicta su conciencia?".
Amnistía Internacional asegura que las muertes de estos días representan una escalada de violencia peligrosa y amenazante de cara a las elecciones y pide a las autoridades que no se usen balas contra los manifestantes pacíficos en ningún caso. Y los EE UU aseguran respetar la decisión judicial pero también que un tercer mandato de Wade no parece ser lo mejor para el país, lo natural sería que cediera ya el poder a la siguiente generación.
Más o menos lo que piden los manifestantes. Músicos, artistas, periodistas, raperos senegaleses son bien activos en el movimiento contra Wade; han creado agrupaciones muy implicadas, como Y'en a Marre (Estamos Hartos), e involucradas en todas las propuestas y protestas públicas.
Vídeo último de los raperos Y'en a Marre, llamando a la protesta.
Así pues, la noche del 27 de enero pasado, la gente salió a la calle en masa de nuevo en todo el país. En esta ocasión la razón era la llamada de los partidos de la oposición (agrupados en el llamado M23) a la protesta masiva ante la decisión del Consejo Constitucional de autorizar 14 candidaturas, entre ellas la del actual presidente Abdoulaye Wade, para las elecciones. Y en la misma lista, el rechazo al cantante Youssou NDour (un asunto menor para la población senegalesa pero que se ha vendido como motivo de indignación en muchos medios internacionales), por no haber reunido las firmas necesarias, al no poder ser verificadas casi 4.000. Youssou NDour denunció un "coup de force" para eliminarlo.
Las dudas sobre la legalidad de la decisión del Consejo se explican bien aquí. Según la Oposición, Wade no tiene derecho a presentarse, pues es la tercera vez. Según el partido del presidente, no es así, sino que esta ocasión sería la segunda si se tiene en cuenta la revisión de la Constitución que se produjo en 2001 y que se empieza a contar desde ese momento. El Consejo Constitucional admitió esta última opción.
Las fuerzas del orden intervinieron y un policía joven resultó muerto esa tarde. Luego todo se aceleró: el cantante, que aseguraba iba a mantener su candidatura a toda costa, fue vapuleado; los líderes del M23 (una coalición de partidos y sociedad civil), incluido el más conocido, Alioune Tine, arrestados en diversas ciudades; la sede de Y'en a Marre sitiada; la entrada a la ciudad de Saint-Louis quedó bloqueada, y unos y otros acabaron firmando recursos contra la candidatura de Wade en un último intento de parar todo esto. "Estado policial", decían unos dentro, mientras los líderes religiosos de la hermandad mouride, la comunidad islámica más importante en un país de mayoría musulmana, hacía un llamamiento a la calma, la paz y el diálogo. Pero se produjeron incidentes en el Norte y dos nuevos muertos. Si Senegal se desestabiliza, se desestabilizan otras muchas cosas. Quizá ese temor frene hoy a la gran masa.
La decisión de Consejo Constitucional senegalés incendió la calle. La lista de candidatos quedaba así.
La presentación de Wade a las elecciones se vive como una provocación, le reprochan querer mantenerse en el poder a toda costa. En junio pasado, de hecho, promovió una modificación del escrutinio presidencial que permitiera la elección de presidente y vicepresidente (su hijo Karim) con un 25% de votos en la primera ronda. Dadas las violentas manifestaciones de junio contra el proyecto, se echó atrás.
"Wade ha modificado numerosas veces la Carta Magna y sin acuerdo del Parlamento, se ha encargado de nombrar él mismo a los senadores y de desestabilizar el paisaje político senegalés. En once años acumula cinco primeros ministros, cuatro presidentes de la Asamblea Nacional y más de cien ministros que se han ido sucediendo y duraban apenas unos meses", escribe la periodista Mathilde Boireau en Quoi Info. Así, esta campaña se ha convertido en patata caliente, pues muchos de sus antiguos cargos son ahora miembros de la Oposición que le cuestionan.
De lo que suceda hoy en esta llamada "gran manifestación de resistencia" de hoy y en estos días preelectorales depende el fúturo político de este pequeño país.
(*) Los nombres de los candidatos y las tendencias electorales a día de hoy se pueden consultar en www.sunu2012.net(*) Si estás en Senegal y los estás viviendo, coméntalo aquí con nosotros.
Disturbios el 27 de enero en Dakar.
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