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Alumnos llegan a clase al instituto Alejandría de Tordesillas (Valladolid), este martes.
Alumnos llegan a clase al instituto Alejandría de Tordesillas (Valladolid), este martes.Emilio Fraile
Informe PISA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Vuelve PISA: el juego del ratón y el dato

El autor propone tres razones para dejar PISA a un lado y mirar más en general a la evaluación educativa, que vive “un gran momento”

Lucas Gortazar

Sabíamos que se produciría una caída generalizada, pero no este desastre. Sabíamos que muchos países en desarrollo pagarían caro más de un año de cierre escolar, pero no esperábamos un descalabro así en nuestros vecinos alemanes, franceses o portugueses. En España, esperábamos una caída mucho menor que en otros países por la exitosa reapertura escolar, después del confinamiento en 2020, liderada por Ministerio de Educación, comunidades autónomas y escuelas; y aunque así ha sido, los nacidos en 2006 necesitarán años de apoyo para recuperarse, especialmente en Cataluña, donde los resultados de PISA han sido alarmantes. Muchos pensaban que los países del norte resistirían mejor por ser quienes son, y no hemos visto venir que Castilla y León, Asturias y Cantabria acabarían esta edición superando a Finlandia.

PISA 2022 nos ha traído todos estos matices y más, y aunque los resultados han sorprendido en esta ocasión más de lo habitual, se esperaba un golpe importante de la pandemia. Más aún si hablamos de esta generación, a los que la pandemia sepultó recién estrenada su adolescencia con 13 años. Pero lo normal es que en la próxima edición de 2025 haya efecto rebote y la siguiente edición, con los nacidos en 2009, los resultados sean mejores. De esto va el juego del ratón y el dato con el que PISA nos entretiene en cada edición.

Pero hay que ser honestos con PISA. A cada nueva edición, lo que nos enseña el examen se va reduciendo. A cada diagnóstico que hacemos, le añadimos los matices contemporáneos de cada generación, pero en educación los cambios son lentos, así que las novedades son pocas: lo de la pandemia ha sido una excepción. Por eso, quienes se dedican a la educación, especialmente los docentes, se preguntan con razón: ¿Qué podemos aprender de la evaluación educativa para mejorar la educación si PISA ya nos ha dicho gran parte de lo que nos tenía que decir? Aquí van tres razones para dejar PISA a un lado, que ya cumple su papel, y mirar más en general a la evaluación educativa, que vive un gran momento, en el mundo y poco a poco, también en España.

1. Incluso cuando PISA nos ofrece intuiciones interesantes, no nos permite establecer relaciones causales. PISA ha permitido producir decenas de miles de artículos de investigación y ha creado un nuevo género académico en la educación comparada. Estos días muchos medios se preguntan por las causas de las subidas y las bajadas de unos y otros, y siendo honestos, la respuesta es casi siempre que sabemos poco. Entre otras cosas, porque PISA es una prueba muestral, no censal, y cambia de generación en cada edición, por lo que no podemos seguir a los alumnos a lo largo del tiempo. Para entender relaciones causales, es necesario disponer de otro tipo de datos, habitualmente administrativos, censales, y que vayan emparejados de evaluaciones externas que se repiten en el tiempo. Esto nos permite hacer un seguimiento longitudinal de los alumnos, entender el impacto de políticas y programas, como la repetición de curso o la segregación, o comprender de verdad por qué unas escuelas lo hacen mejor que otras. También nos permite llevar a cabo programas piloto experimentales o simplemente identificar relaciones causales a partir de experimentos naturales: por ejemplo, comparando alumnos que están cerca de un umbral económico para recibir una beca, uno que ha quedado justo por encima y el otro por debajo. La siguiente generación de investigación educativa con evaluaciones necesita todos estos matices para ser útil. PISA ya cumple una función (muy útil), pero no es esa.

Tras la fiesta de PISA, el debate educativo en España se volverá otra vez invisible

2. PISA es útil para los medios, para casi toda la oposición y para algunos gobiernos, pero no para las escuelas. Con PISA ya sabemos dónde está cada país o cada comunidad autónoma en términos de aprendizaje, y tenemos una idea de las fortalezas y debilidades de los alumnos en cada prueba. La oposición está muy atenta a los resultados porque puede convertir un mal día en PISA en una gran campaña contra el gobierno. Los medios de comunicación se van a pasar unos días muy ocupados intentando comprender la lógica del dato y el ratón. Los gobiernos tiemblan, porque nadie quiere salir mal en la foto. También los investigadores, que cruzaremos todos esos cientos de miles de datos con las encuestas de alumnos, familias, directores y profesores, y trataremos de encontrar claves y relaciones que nos permitan identificar cuellos de botella. Pero eso no nos ofrece demasiado en el plano de las soluciones a las escuelas. Por tanto, son más útiles las evaluaciones que muchos sistemas escolares están desarrollando en los últimos años: igual de rigurosas que PISA en términos de medición fiable de lo que los alumnos saben, pero sin los protocolos de recogida de datos tan exigentes, unas pruebas que duran varias horas, o unos tiempos de espera (más de un año y medio) tan largos para conocer los resultados. Hoy, la tecnología permite a los profesores y directores saber en tiempo real y con enorme precisión, con pruebas digitales adaptativas cortas y basadas en el currículum, donde está cada alumno respecto a su clase o su escuela, y, por ejemplo, en qué ámbito de las matemáticas (por ejemplo, el razonamiento matemático o la geometría) puede mejorar: la start-up española MONK es una buena prueba de ello. Incluso sin llegar tan lejos en cuanto a inmediatez, algunas comunidades autónomas (Baleares, Canarias, País Vasco) llevan años realizando pruebas censales cuyos resultados llegan en tres o cuatro meses a alumnos, familias y escuelas vía informes individualizados, para que estos sepan cómo pueden mejorar y se pongan a ello. Estas herramientas de evaluación están llegando a nuestro sistema, y son las que van a permitir ayudar a las escuelas y los docentes a mejorar de verdad.

3. Este es el último año importante de PISA en España, porque ya comienza el “PISA español”. Incluso si queremos seguir mirando a PISA, seguir dependiendo de la OCDE tiene sus ventajas, pero también algunos inconvenientes. Por suerte, y aunque quienes se han pasado años debatiendo la nueva ley educativa (la LOMLOE) no se han enterado o no se han querido enterar, la nueva ley incluye de manera periódica una evaluación externa al final de Primaria y ESO, esto es un PISA propio. Tener nuestro propio sistema de evaluación del sistema tiene varias ventajas. La primera es que nos permite tener un examen adaptado al currículum y a los estándares fijados por la ley, que el ministerio ha venido a denominar el perfil de salida (una especie de renta básica educativa). Segundo, estas pruebas van a reconocer mucho mejor la diversidad y social y la riqueza lingüística de nuestro sistema. Tercero, las encuestas a alumnos, directores, docentes y familias pueden incluir preguntas relevantes para nuestro sistema, como la jornada escolar, la oferta de comedor y extraescolares, el aislamiento docente o un mejor entendimiento de la situación laboral de las familias, cuyo impacto en España es enorme.

Vuelve PISA. Vuelve el juego del ratón y el dato. Pero tras la fiesta de PISA, el debate educativo en España se volverá otra vez invisible. Lo importante es que, hasta la siguiente edición, sigamos avanzando en una mejor evaluación del sistema, útil para las escuelas y los docentes, que es lo que nos va a traer mejoras educativas. Si lo hacemos bien, lo deberíamos ver en las siguientes ediciones de PISA.

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