Una nueva era de aprendizaje
La inteligencia artificial aplicada a la enseñanza amplía el camino para mejorar el sistema de evaluación del alumnado, anticipar los problemas de capacitación, predecir el desempeño del estudiante y ofrecer más actividades formativas
Los premios a la innovación educativa y experiencias docentes innovadoras que concede SIMO Educación desde hace nueve años incorporan en esta edición, y como novedad, la categoría de Mejor Experiencia Educativa en Inteligencia Artificial. La ha ganado el proyecto Osiris, desarrollado por un equipo de chicos y chicas de 4º de la ESO y 1º de Bachillerato de dos IES y dos colegios de Cantabria como respuesta al desafío CanSat, de la Agencia Espacial Europea, dirigido a estudiantes de todo el continente: construir y lanzar un mini satélite del tamaño de una lata de refresco.
Aquí la inteligencia artificial (IA) intervino para el análisis de imágenes sobre el terreno, y los alumnos y sus profesores recibieron el apoyo de Lara Lloret, científica del Instituto de Física de Cantabria. “No habíamos trabajado nunca con IA”, confiesan al unísono los cinco docentes de Osiris, que atienden a este periódico por videollamada. “Siempre que tenga sentido y beneficie, ¿por qué no?”, afirman. “Pero hay que formarse”, matizan.
“Los profesores han de estar siempre en el centro de cualquier proceso de innovación; me parece la clave del éxito”, defiende Paz Prendes, catedrática de Tecnología Educativa en la Universidad de Murcia y directora del grupo de investigación de Tecnología Educativa; para ellos pide un voto de confianza, apoyos y una formación adecuada. “La IA está impactando a todos los sectores pero es verdad que, en el caso de la educación, ha venido a sumarse a otros retos que venían de antes”, advierte Lola González, directora de SIMO Educación. Cambios en la manera de enseñar y aprender, consecuentemente en el propio modelo de enseñante, nuevas necesidades por el flanco del alumnado, incorporación creciente de las familias. Y una brecha digital educativa que la pandemia puso en primer plano. Ir a hablar sobre inteligencia artificial a un colegio o a un hogar con pésima o nula conexión a internet y equipamiento tecnológico parece poco menos que un chiste.
Convencer a los tecnófobos
Como ante cualquier innovación tecnológica, los claustros se dividen entre los pioneros entusiastas, los “tecnófobos” que reniegan de las pantallas, como los llama Prendes, y, en medio, la gran mayoría de docentes, basculando entre el desconcierto, el recelo, la inseguridad y el miedo a lo desconocido. Con el agravante de que la IA se está incorporando a una velocidad vertiginosa, mucho más rápidamente que revoluciones anteriores como la aparición de internet o las redes sociales. Sí ha observado Prendes que, cuando explica cómo puede ayudar todo esto a preparar una unidad didáctica, o a mejorar tutorías personalizadas, baja el recelo y sube la receptividad. Le parece fundamental que el acento no se ponga en la tecnología sino en la educación. “Menos tecnología y más educación. Recordemos que se trata de una herramienta”, repite varias veces a lo largo de la conversación.
“La mayoría de los profesores y un tercio de los estudiantes ya utilizan ChatGPT para su trabajo, y una abrumadora mayoría afirma que ha tenido un impacto positivo en su enseñanza y aprendizaje”, concluye una encuesta de marzo de 2023 entre jóvenes de 12 y 17 años, y sus tutores, realizada por la Walton Family Foundation en diversas ciudades de Estados Unidos. Los entrevistados piensan que, en lugar de buscar maneras de limitar la herramienta, habría que encontrar fórmulas para incorporarla a la educación y “utilizarla en todo su potencial”. En opinión de Pablo Moreno Ger, vicerrector de Investigación de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), la estrategia de defensa que han adoptado muchos centros e instituciones, negando el paso al aula a la IA, es errar el tiro. “Es ponerle puertas al campo. Si vamos a la guerra tecnológica, la perderemos”, advierte.
“A mis compañeros les digo, ¿evaluáis con trabajos?, pues olvidaos, porque un texto redactado por ChatGPT es indetectable”, resalta Prendes. La fórmula de evaluar mediante trabajos se ha quedado viejita, en palabras de Moreno Ger, así que habrá que buscar otras para controlar los progresos. “Les podemos pedir que generen un texto sobre una temática concreta con ayuda de ChatGPT y que, una vez hecho, lo critiquen”, sugiere. La cuestión es que la herramienta añada valor y ayude a trabajar mejor. Ernesto Boixader, profesor de Física y Química de ESO en el centro Fundación Flors de Vila-real (Castellón) comenta que le picó el interés por la IA cuando empezó a recibir trabajos sospechosamente parecidos. Ahora prefiere poner a la máquina en el papel de Newton o Darwin y pedir a sus alumnos que dialoguen con ella y le hagan las preguntas (prompts) adecuadas.
Boixader cuenta todo esto en Inteligencia Artificial y Educación, el podcast con afán divulgador que ha creado Luís Gómez, maestro en un colegio público de Sevilla. A Gómez, su Centro del Profesorado (CEP) le rechazó un proyecto de curso sobre la materia argumentando que lo había presentado fuera de plazo. “Me dijeron que tendría que esperar al curso siguiente”, pero él sabía que había que ser más ágil que todo eso, porque en un año, la bola de la IA se habría hecho muy grande. Así que ideó un espacio online con muchas recomendaciones prácticas, apps y recursos sobre IA e IA generativa (la que crea textos e imágenes). Para hacer vídeos, presentaciones visuales, rúbricas. ChatGPT, Gamma; Consensus o Perplexity para buscar información en documentos (llevan a las fuentes bibliográficas); DeepL Translate para traducciones. Eduaide o Schemely, específicas para educación, crean unidades didácticas y actividades, diseñan cuestionarios o se inventan canciones.
Mayor personalización
“Los sistemas de tutorización inteligentes permiten personalizar, generando sumas que, de base, son de tres cifras; si el ordenador detecta que un alumno las resuelve rápido y sin errores, empieza a lanzárselas de cinco cifras; al que no, lo mantiene en el mismo nivel hasta que, a su ritmo, lo domine”, describe Julián Estévez, profesor e investigador en Robótica e Inteligencia Artificial de la Universidad del País Vasco. La IA ayuda a masticar textos densos mientras que los chatbots pueden repetirle la lección a un estudiante que ese día haya faltado o quiera reforzar lo visto en clase. Su potencial predictivo la lleva a detectar precozmente necesidades educativas especiales (NEE), o ciberacoso. “Sumando las interacciones y toda la información que tenemos sobre un estudiante, podemos predecir sus calificaciones con una fiabilidad del 96%, e intentar predecir su riesgo de abandono”, asegura Moreno Ger.
En 2020, y ante la imposibilidad de hacer los exámenes de la selectividad británica, cancelados por la pandemia, el Gobierno británico de Boris Johnson fijó un modelo basado en estadísticas para determinar las notas de los jóvenes que iban a pasar a la Universidad. Los estudiantes se rebelaron, y acabaron tumbando la medida, porque el algoritmo demostró ser injusto: en sus cálculos pesó menos el historial académico individual que otros factores como la calidad del centro educativo, de manera que le bajó la puntuación a alumnos brillantes pero con menos recursos. Puesto que los algoritmos aprenden de conjuntos de datos creados por el hombre, plagados de prejuicios sociales, el riesgo del sesgo es evidente. “Cuidado con el sesgo de género”, remacha, por su parte, González.
Proteger la privacidad
“También hay que garantizar la seguridad, y preservar la privacidad. La información ha de estar bien guardada”, advierte Estévez. “Imaginemos que una IA detecta que un niño tiene dislexia. Es un tema ético decidir a quién se le proporciona y cómo se maneja esta información sensible, o arbitrar medidas para que esta categorización no le pese en el futuro”, plantea. Él ha participado en la elaboración de unas directrices éticas de la Comisión Europea sobre el uso de la IA y los datos en la educación y formación para los educadores. Con requisitos de transparencia, diversidad, no discriminación y equidad, privacidad y gobernanza de datos, capacidad de acción y vigilancia humana. Cuando Prendes dice que hay que aprender a manejar esta tecnología no se refiere al cacharreo, a conocer a qué botón darle, sino a “saber lo que va a ocurrir cuando se aprieta ese botón, y utilizarlo con espíritu crítico y de manera ética y segura”.
“Hemos de tener conversaciones sociales acerca del papel de la tecnología en la educación”, declara Moreno Ger, sacando a colación una vez más el tema de la evaluación; en este caso, la utilidad de la IA para calificar: ¿estamos dispuestos a utilizarla para eso? Porque la respuesta puede ser no. O sí, pero como ayudante, haciéndole la pre-evaluación al docente (corrigiendo faltas de ortografía, por ejemplo). Todo depende del sistema educativo que queramos construir. De ahí que el vicerrector insista en un debate que, lamenta, no se está produciendo. Sobre evaluación, o sobre cómo preservar la creatividad o el espíritu crítico, que son otros dos aspectos delicados del uso de generativas.
Gómez suele preguntar a las familias si les habría gustado que en su momento alguien las hubiera formado en redes sociales, y prevenido de sus riesgos. “Me responden que sí, que claro, y entonces les digo que con las IA generativas es lo mismo elevado al cubo, porque no se trata solo de difundir información, sino de inventártela y que parezca verdad”, detalla. A su juicio, la escuela no puede desentenderse, sino que tiene una oportunidad histórica de formar a sus alumnos en el uso ético y seguro de esta tecnología, desde los niveles más básicos, “para que luego no ocurra lo de las niñas de Extremadura”, agrega aludiendo a los falsos desnudos de menores creados mediante IA en el municipio de Almendralejo.
“Por supuesto que hay que tener mucho cuidado con cómo introduces la IA en tu clase, y para qué, y con qué intensidad... Pero ahí está nuestro trabajo, somos nosotros, los docentes, quienes decidimos y dirigimos las actividades, con conocimiento; y tenemos una oportunidad enorme de enseñar a nuestros estudiantes a hacer un buen uso”, coincide Elisa Pinedo, del colegio Miguel Bravo-A.A. la Salle de Santander. El grupo de docentes cántabros con el que arrancó este reportaje reivindica su papel de piloto a los mandos. “Nos da miedo que el ChatGPT haga los trabajos, pero eso es algo que ya venía sucediendo con los copia-pega de Google, aunque es verdad que cada vez se sofistica más”, aporta Noelia Real, del Apostolado del Sagrado Corazón de Jesús. “Complementa, no sustituye, y, desde luego, no nos puede atontar”, interviene Didio Sordo, del IES José Hierro. “El éxito es saber utilizarla para potenciar la inteligencia natural de nuestros chicos y chicas”, sentencia.
SIMO Educación, un evento vanguardista
Bajo el lema La Educación en la era de la Inteligencia Artificial: Explorando nuevas Fronteras, el Salón Internacional de Tecnología e Innovación Educativa, SIMO Educación 2023 (del 14 al 16 de noviembre, organizado por Ifema en colaboración con Educación 3.0.), será el escaparate en el que encontrar avances, tendencias y experiencias innovadoras sobre inteligencia artificial (IA) aplicada al aula, con un enfoque muy práctico, según resalta su directora, Lola González. Simultáneamente a la exposición comercial, la feria ha preparado un amplio programa de sesiones formativas e informativas, talleres y ponencias de expertos y docentes para hablar de las tendencias pedagógicas que se perfilan para el presente y futuro de la educación. Y entre ellas, “será especialmente relevante el análisis de la inteligencia artificial, tanto desde el punto de vista de impacto, como de oportunidades y desafíos éticos y prácticos que lleva asociados”, apuntan desde la organización.
La IA estará presente en las jornadas del Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado (INTEF), en la Jornada de directores patrocinada por ODILO, y en los talleres prácticos que HispaRob celebrará por la Semana Europea de la Robótica 2023. Si el apartado Innova muestra una selección de 10 innovaciones tecnológicas desarrolladas en el ámbito educativo, la plataforma Impulso (en colaboración con la Fundación Madri+d y SEK-Lab) premiará siete proyectos empresariales relacionados con la educación, y SHOW UP! impulsará el talento y el emprendimiento, dando visibilidad a propuestas muy punteras de ocho start-ups. Mientras, las charlas del espacio Inspira están diseñadas “para que los docentes innoven la metodología en enseñanza y para empoderar la profesión”. Y SIMO Makers (patrocinado este año por la Fundación Vodafone) fomentará el conocimiento a través de la metodología aprender haciendo, mediante soluciones tecnológicas como robots, kits de programación o impresoras 3D.
Tres días para memorizar
La cita. Organizada por Ifema Madrid en colaboración con Educación 3.0, del 14 al 16 de noviembre, esta edición pone el foco en la educación emocional, los e-sports, la FP Dual y la IA aplicada, entre otras tendencias educativas.
Los números. La feria reúne a 125 empresas de 11 países, un 13% más respecto a la pasada edición. Crece también en espacio expositivo (23%), que se extenderá a lo largo de 3.000 metros cuadrados en el pabellón 6 del recinto.
Grandes expositores: HP, Edelvives (Google Spain y Dell como coexpositores), Hisparob, Xenon, Rosellimac y K-tuin (distribuidores principales de Apple), Epson, Asus, Zoom, Canva. Vodafone, Lego y Odilo participan como patrocinadores.
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