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Cinco posibles cambios en la Selectividad y los obstáculos que se encuentran

Reformar la Evau, que está en revisión, es clave para crear un nuevo Bachillerato. Estas son las transformaciones que, según los expertos, debería experimentar la prueba y los problemas con que se encuentran

Examen de Selectividad en la Universidad Complutense de Madrid, este lunes. Foto: G. V. (EP) | Vídeo: J. A. AUNIÓN
Ignacio Zafra

La Selectividad es una pieza clave de la reforma educativa en marcha y una de las últimas que quedan por aprobar. Si las pruebas de acceso a la universidad cambian, todo el Bachillerato cambiará. Si permanece igual, todo continuará más o menos como hasta ahora, diga lo que diga el nuevo currículo (que es la norma que regula los contenidos de la etapa educativa) respecto a implantar una enseñanza más competencial que proporcione a los alumnos un aprendizaje más profundo, orientado no tanto a reproducir contenidos aislados en un examen, sino a ser capaces de movilizar conocimientos, relacionarlos y aplicarlos por ejemplo a la resolución de problemas. El catedrático de Psicología de la Educación Carles Monereo resume esa potencia retroactiva de la evaluación con una frase: “Dime cómo evalúas y te diré cómo aprenden tus alumnos”. “Y lo mismo pasa con el profesorado”, añade, “cuando cambias la evaluación, cambias tanto la forma de enseñar como de aprender”.

Está previsto que la nueva Selectividad empiece a aplicarse en junio de 2024 y la estrene el alumnado que en septiembre empezará primero de Bachillerato. La intención del Ministerio de Educación es que las características de la nueva prueba se conozcan antes del inicio del próximo curso, para que estudiantes y profesorado sepan desde el principio de la etapa a qué prueba se enfrentarán al finalizarla. La Evaluación de Acceso a la Universidad (Evau) cambiará, pero seguramente no tanto como para impulsar una transformación profunda del Bachillerato, coinciden las fuentes consultadas para este artículo, algunas de las cuales piden no ser citadas. Primero, porque convertir la Selectividad en una prueba realmente competencial sería complejo. Y segundo, porque las inercias y los intereses de los actores implicados, profesorado, comunidades autónomas y sobre todo las Universidades, tienden de forma natural a frenarlo.

Charla de preparación de la Selectividad en la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla, el 1 de junio.
Charla de preparación de la Selectividad en la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla, el 1 de junio.UNIVERSIDAD PABLO DE OLAVIDE (Europa Press)

Hace tres décadas, cuando se aprobó la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (la Logse, la norma que transformó la estructura educativa), recuerda una de las fuentes consultadas, la Universidad de León exasperó a los responsables del Ministerio de Educación al comunicar a los institutos que se olvidaran de los documentos oficiales y siguieran basando los contenidos que enseñaran en el Bachillerato en la Selectividad de siempre. Otro factor que empuja en la dirección de no cambiar mucho las cosas, comenta Francisco Luna, que fue director del Instituto Vasco de Evaluación e Investigación y es miembro del Consejo Escolar del Estado, es que en educación, como en otros ámbitos de la vida, cuando algo no funciona bien (como la actual Selectividad) pero existe desde hace tiempo, tiende a tolerarse. Las disfunciones de una innovación tienden, en cambio, a generar grandes incendios. Y la Selectividad, en la que más 200.000 adolescentes se examinan cada año, parte de ellos jugándose el acceso a la carrera elegida por márgenes pequeños, parece especialmente propicia para ellos.

La dificultad de trasplantar PISA

¿Cómo debería ser una nueva selectividad coherente con el nuevo currículo competencial del Bachillerato? Los mejores exámenes competenciales que existen son los de PISA, la prueba internacional que la OCDE celebra regularmente en más de 70 países. “Pero ellos tienen tres años para hacer la prueba y un año para corregirla”, afirma Luna, que ha participado en la organización de varias ediciones de la prueba en el País Vasco. La mitad de las preguntas de PISA son cerradas, la otra mitad abiertas, y en estas últimas, explica Luna, “hay auténticas batallas en las reuniones internacionales para acordar la interpretación correcta que se dará a dicho ítem abierto”. Todo ello hace en su opinión muy difícil aplicar un formato muy parecido al de PISA a la Evau, en la que los exámenes se celebran en junio o julio y el proceso debe estar resuelto para iniciar la carrera después del verano.

Reducir el número de exámenes

La actual Selectividad tiene un mínimo de cuatro o cinco exámenes (según tenga o no el territorio lengua cooficial), de los que solo uno depende de la modalidad de Bachillerato elegida por el estudiante y el resto son de asignaturas comunes a todas las ramas de la etapa. Y los alumnos pueden presentarse como máximo a ocho o nueve exámenes (en el caso de aquellos que aspiran a la máxima nota que puede obtenerse en la Evau, que es un 14). El informe Cuaderno sobre aprendizaje competencia en España, elaborado por una decena de expertos y publicado hace unos meses por la entidad Haz, Alianza por la Educación, planteaba reducir el número total de exámenes como una vía para conseguir un aprendizaje más “significativo” por parte del alumnado. En otros países europeos, algunos de los cuales han reformado recientemente sus pruebas de acceso a la Universidad, el número de exámenes es menor. En Italia, por ejemplo, los alumnos se examinan de Lengua y una materia de especialidad, además de realizar una entrevista sobre los contenidos del curso. En Portugal se examinan de lengua portuguesa y de tres asignaturas de especialidad.

“Lo ideal sería menos exámenes que sirvieran para evaluar varias competencias [existen ocho competencias básicas] cada uno”, comenta el orientador de secundaria Javier Cortés, “pero habría que romper la estructura por asignaturas de la actual de la Selectividad, lo que sería un paso muy valiente”.

Examen oral de inglés

Un cambio más factible y, según los expertos consultados, más probable, sería que el examen de lengua extranjera fuera, al menos en parte, oral. Una prueba así transformaría la manera de aprender el idioma, que normalmente es el inglés, en el Bachillerato y quizá en el conjunto de la secundaria. Y sería competencial, al exigir al alumno movilizar sus conocimientos de la lengua, en lugar de, como sucede en otras asignaturas, limitarse en gran medida a reproducir contenidos memorizados, que en buena parte se olvidan al poco tiempo. Toni Gil, coordinador de la Evau en la Comunidad Valenciana, recuerda que ese cambio ya estaba contenido en la reforma de la Selectividad aprobada la década pasada, y que no llegó a aplicarse por los obstáculos de orden logístico que plantearon las universidades y las comunidades autónomas para llevarlo a la práctica. Por ejemplo, para grabar las pruebas de forma que pudieran ser recurridas por los alumnos. Gil admite, con todo, que las Escuelas Oficiales de Idiomas llevan años realizando exámenes orales en las pruebas para la obtención de títulos oficiales sin mayores problemas.

Una alumna repasaba el jueves sus apuntes en Bilbao, antes de examinarse de la Selectividad.
Una alumna repasaba el jueves sus apuntes en Bilbao, antes de examinarse de la Selectividad.LUIS TEJIDO (EFE)

Reforzar la parte competencial que ya tiene la prueba

Otro paso realista para reformar la Evau consistiría, señalan las fuentes, en reforzar el contenido competencial de la prueba actual. Utilizando como ejemplo aquellas partes que en gran medida ya lo son, como las de los exámenes de Historia de la Filosofía que piden a los alumnos sintetizar las ideas de un texto filosófico y resumir su estructura argumentativa.

El vuelco demográfico

Juan Manuel Moreno, profesor titular de Didáctica y Organización Escolar de la UNED, se pregunta si no sería mejor quitar directamente la Evau y buscar un sistema para la asignación de plazas universitarias. El modelo actual, afirma, presenta bajos niveles de “las tres características clave de todo examen de acceso a la Universidad: uniformidad, objetividad y opcionalidad”. La falta de las dos primeras se aprecia en las diferencias en los resultados entre comunidades autónomas e incluso entre tribunales, “que son muy grandes y están lejos de ser justificadas”. La baja opcionalidad se deriva del gran peso que tienen las materias comunes en la Selectividad y el poco que tienen las asignaturas de especialización. Moreno no prevé, en todo caso, “cambios sustantivos, porque los actores implicados tienen pocos incentivos para ello”.

Los únicos que podrían tener serios motivos para ello, señala, son los estudiantes, pero en la práctica acceder a la Universidad resulta fácil, aunque no sea en la carrera elegida, e incluso este problema se ve relativizado para una parte de los alumnos por la expansión de las universidades privadas. “La evolución demográfica”, concluye Moreno, “nos va llevando además a un escenario en el que serán las universidades las que compitan por los alumnos y no los alumnos por entrar en las universidades”.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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