Ventilar las aulas por la covid, todo un reto en muchos colegios pendientes de reforma
Los centros deben evitar fuertes corrientes de aire y los ventiladores e instalar sistemas de filtración y purificación del aire
Abrir puertas y ventanas del aula es otra nueva rutina de esta vuelta al cole. Los profesores deben ventilar a menudo para ahuyentar al coronavirus y eliminar sus minúsculas gotas ―menos de cinco micras— en suspensión, según recomiendan los expertos que estudian su presencia en el aire de espacios cerrados como las clases.
“El mensaje es claro: ventilar, ventilar y ventilar para tener espacios más seguros”, resume Antonio Alamí, virólogo del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa del CSIC, que estudia la transmisión del virus en el aire con el proyecto AIRCovid19. Pero no siempre es fácil: “En educación infantil no puedes abrir la puerta porque se van los alumnos. Habrá muchas infecciones respiratorias en invierno y las aulas de aislamiento preventivo se llenarán con síntomas de catarro, gripe o laringitis. Muchos niños serán sospechosos”, augura Salustiano Torre, gestor técnico del Real Jardín Botánico del CSIC, implicado en un proyecto investigador para renovar el aire con disparos de luz que dañen el coronavirus.
La mayoría de los 28.816 colegios españoles suelen estar en edificios antiguos con mala o nula ventilación mecánica, lo que complica la tarea a los docentes. La inversión pública para renovar y equipar el lugar de trabajo de niños y profesores está lejos de la media que disfruta cualquier edificio de oficinas de las Administraciones, coinciden varios arquitectos habituales de licitaciones públicas. Y dado que la ratio de alumnos por clase se mantiene en casi todo el país, la única opción eficaz es abrir puertas y ventanas sin generar fuertes corrientes de aire, evitar los ventiladores e instalar sistemas de filtración y purificación del aire, entre otras medidas. En un aula que ronde los 25 alumnos se alcanzan concentraciones de dióxido de carbono (CO₂) por encima de 1.200 partes por millón (ppm) en solo siete minutos, ilustra Torre.
A pesar de que el debate científico sobre la transmisión aérea del patógeno por aerosoles en espacios cerrados no está aún cerrado, la prevención ante el contagio por esta vía está recomendada. “Quizás el 70% de los contagios sea debido a gotas gordas [expulsadas en conversaciones con cercanía física], pero un 30% venga por aerosoles. Sin embargo, no está definido qué dosis de virus se genera en una clase con 20 alumnos y cuánto tiempo debes estar en el sitio de riesgo para infectarte. No tenemos datos objetivos en colegios”, admite Alamí.
El Ministerio de Educación publicó el pasado 30 de julio una guía con 17 recomendaciones para la ventilación de los colegios y luego cada comunidad las ha adaptado en sus protocolos para los centros educativos. Y al descender al terreno, el director del colegio o instituto y los profesores aplican el reglamento según su pericia o edificio.
“Tengo tres ventanas y ahora están todas abiertas, estamos a 30 grados, y ventilar hay que ventilar. El problema vendrá en invierno con el frío y la lluvia, que aquí llueve bastante. No puedo decir qué haremos, perderemos mucha energía de la calefacción al abrir y quizás los chaquetones sean una opción. Otro problema más, si cogen gripe, a ver si es gripe o Covid”, plantea José María Tuda, profesor de 5º de Primaria en el colegio San Benito de Lerez de Pontevedra, con solo 13 alumnos en clase.
Jesús Armijo, director del colegio Marqueses de Linares (Jaén), vislumbra el mismo problema de la meteorología para ventilar con el cielo encapotado. “Ventilamos 20 minutos entre un grupo y otro, eso está regulado. Y cuando empiece el frío, que el Ayuntamiento pague la calefacción y pasaremos los alumnos a un aula mientras ventilamos la otra para que no pasen frío”, avanza.
“Estamos haciendo un protocolo de los sensores de CO₂ de bajo coste para que las escuelas de la Comunidad Valenciana evalúen si tienen buena ventilación”, relata Xavier Querol, experto en contaminación atmosférica del CSIC. Querol participó en el estudio del ISGlobal de Barcelona que hace tres años descubrió que los alumnos de colegios con aire más contaminado desarrollan menos la memoria a largo y corto plazo, debido a los altos niveles diarios de dióxido de nitrógeno y carbono elemental que afecta a la atención de los niños. Hoy, como tantos investigadores, su cabeza trabaja para reducir el impacto del virus en la rutina diaria, en este caso escolar.
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