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Tribuna
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Educar para cuidar: hacia una nueva educación en museos

Desaparece la concepción del museo como recurso turístico neoliberal para ahondar en la construcción de una nueva institucionalidad crítica

Un taller organizado por el artista Juan Patiño.
María Acaso

Trabajo en una institución que ahora es un museo, pero que anteriormente fue un hospital. Esa labor hospitalaria ha quedado en un segundo o tercer plano, porque la relevancia del edificio como institución cultural consigue que la antigua función se borre y que ese pasado apenas se mencione cuando se escribe o se habla de su presente.

El 18 de mayo de 2020 el Museo Reina Sofía celebró el Día Internacional de los Museos con un programa online titulado Cuidándonos: hacia un museo hospitalario. Tras 30 años de existencia, el museo recuperaba su misión de hospital en un giro definitivo hacia los cuidados que venía desarrollándose con anterioridad. El alcance de la pandemia está generando un replanteamiento radical de las funciones de las instituciones culturales, como se puede apreciar en la gran cantidad de artículos que se han escrito últimamente sobre el futuro de los museos. Me parece interesante y necesario partir de estos textos para reflexionar sobre el papel de los departamentos de educación en este museo hospitalario y de ficción que está por venir, una reflexión que nos sitúa ante lo que se puede vislumbrar como cuatro encrucijadas.

La primera encrucijada alude a la obviedad de un cambio estructural: la necesidad de preguntarnos para qué son necesarios los departamentos de educación en los museos de artes visuales cuando las escuelas —es decir, la comunidad que conforma el grueso de nuestros públicos— van a dejar de visitarlos. Esta situación excepcional nos posibilita nuevas formas de experimentación política; nos invita a preguntarnos para qué es necesaria la educación en los museos más allá del público escolar y a darnos cuenta de que los departamentos de educación, al igual que hacen las instituciones que los albergan, tenemos que posicionarnos políticamente.

Relacionado con esta situación sucede otro factor insólito: el decrecimiento de los públicos (como mínimo en estas primeras fases), lo cual nos permite abordar nuestras prácticas desde una posición que por primera vez se desarraiga de lo cuantitativo. La posibilidad de desarrollar programas sin la obligatoriedad de aumentar los porcentajes de audiencias plantea un escenario distinto (una segunda encrucijada), en el que los recorridos individuales generan una estructura que abandona inesperadamente la concepción del museo como recurso turístico neoliberal para ahondar en la construcción de una nueva institucionalidad crítica. En este museo no turistizado, las prácticas educativas dejarán de ser entendidas como servicio y podrán concebirse, tal y como propone Carmen Mörsch, como producciones culturales. Una nueva experimentación creativa nos permite entender la educación como una práctica cultural intelectual. Sería interesante que la tensión, tan fuerte en algunas instituciones, entre las categorías de los profesionales de la mediación cultural, polarizada entre las prácticas de los artistas o las de las mediadoras culturales (fundamentalmente historiadoras del arte), se abordara ahora como un intento de hibridar roles, fusionar perspectivas y dar a luz a nuevos géneros.

Las primeras fases de la pandemia también nos han conducido a la encrucijada de la virtualidad. Esto nos está permitiendo pensar en otras formas de contacto con los públicos, así como diseñar nuevos recorridos que exploran las colecciones y las exposiciones temporales desde el museoweb, lo que supone una oportunidad para migrar de la idea de la web como escaparate a la de la web como espacio de acción social.

Pero nada de lo anterior será posible si no se aborda antes la vulnerabilidad contractual de los departamentos de educación, es decir, la encrucijada de las condiciones materiales que sustentan todo lo anterior. Por eso creo que es necesaria una experimentación digna que termine con la precariedad de las condiciones contractuales y salariales de los departamentos de educación y con su falta de visibilidad.

Cuidar no es lo mismo que curar. Mientras que curar implica una acción puntual, los cuidados se ofrecen de manera continuada. Por eso es importante que el proceso de repensar la situación de los departamentos de educación tras la crisis de la COVID-19 sea amable y acogedor. Un proceso en el que la educación devenga mediación y la mediación devenga en cuidarnos.

María Acaso es investigadora en temas de arte y educación.

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