Alemania: reinventarse o morir
La locomotora de Europa tiene capacidad para impulsar su economía: tiene poca deuda y una de las tasas de ahorro más altas
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El horizonte europeo sigue plagado de nubarrones y, a las puertas de las próximas elecciones alemanas, necesita poner en marcha su “vieja” locomotora más que nunca. Las cifras no engañan y, desde el fin de la pandemia, Europa ha quedado rezagada. Mientras EE UU incrementó un 12,4% su PIB, la eurozona solamente creció el 4,7%, castigada por el paupérrimo desempeño de Alemania. Esta disparidad refleja problemas estructurales y pérdida de competitividad: en el último lustro la inversión en propiedad intelectual se ha disparado un 36% al otro lado del Atlántico, mientras en la eurozona aumentó un 16%. Factor que ayuda a explicar el estancamiento de la productividad europea.
Sin embargo, si existe una economía con capacidad de revertir esta situación, esa es la alemana. La tasa de ahorro de sus hogares supera el 20%, de las más elevadas entre las grandes potencias. Además, el endeudamiento público sigue contenido (62% del PIB), y su déficit, reducido (2,6%), ratios que permitirían adoptar estímulos sin poner en entredicho las cuentas públicas. Los próximos comicios llegan en un momento de elevado descontento y mucho negativismo, pero con la curiosa paradoja de que la Bolsa alemana no para de romper máximos.
Al contrario de su economía, que acumula dos años de recesión, algunas grandes compañías germanas no han perdido brillo: desde mínimos de 2022 el índice Dax se revaloriza un 87%, ganancias incluso superiores a las del S&P 500. No obstante, este notable desempeño esconde una elevadísima concentración (cinco valores explicaron el 60% de la subida, destacando la tecnológica SAP, responsable del 24%).
Las encuestas apuntan como ganador a Friedrich Merz del centro derecha (CDU-CSU), pero la duda es si logrará apoyos suficientes para modificar la cláusula del freno de deuda en la Constitución (dos tercios del Parlamento), y con ello implementar estímulos fiscales contundentes. Difícil resultado con las actuales encuestas, lo que decepcionaría al mercado. Ahora bien, otras propuestas, como la reducción del impuesto de sociedades —más del 30%, uno de los más altos de la OCDE—, de implementarse, sería un nuevo empuje a las empresas alemanas.
Un giro en la política económica del país y menores costes de financiación tras las rebajas de tipos del BCE impulsarán una recuperación de la confianza. Estas palancas permitirán que el crecimiento vaya de menos a más y, también, favorecerá una mayor participación en las subidas de sectores más dependientes del consumo doméstico. Si bien Alemania será una de las economías más castigadas por la subida de los aranceles (10% de sus exportaciones van a EE UU), la presión de Donald Trump para la consecución de un acuerdo de paz en Ucrania es un catalizador positivo. Unos precios del gas más contenidos darán un empujón adicional a la locomotora germana y, en particular, a su industria, que además estará llamada a participar en la reconstrucción de Ucrania. En un mundo cambiante, a Alemania le toca reinventarse (invertir) para volver a crecer.
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