Inteligencia artificial y productividad
España solo invirtió el 1,4% del PIB en investigación y desarrollo en 2021, frente al 2,7% de la media de la OCDE
Hay acuerdo en que la inteligencia artificial (IA) tendrá efectos positivos sobre la productividad en determinados sectores y tipos de trabajos, pero —al menos hasta ahora— no hay consenso sobre su impacto en la economía agregada. En comparación con otras tecnologías digitales, la difusión de la IA ha sido rápida al basarse en programas informáticos y no tanto en infraestructuras físicas. Por ejemplo, ChatGPT ganó 100 millones de usuarios en dos meses.
España tiene ventaja en la cobertura de la red 5G. En la utilización de la IA, está por delante de la media de la OCDE, aunque alejada de países líderes como Dinamarca. Las grandes empresas españolas utilizan la IA mucho más que las pequeñas y se encuentran entre los mayores usuarios de la UE, por delante de Alemania, Italia y Francia. Por el contrario, entre las empresas más pequeñas la aceptación es escasa, lo que reduce la media nacional. Por su parte, como en todos los países, el sector tecnológico es el que más utiliza la IA (casi un 33% de empresas en 2023), seguido por los servicios profesionales con casi un 16%. Sin embargo, la adopción por otros sectores es inferior al 10%, y sólo la utilizan el 5% de las empresas constructoras o del comercio minorista.
La penetración de la IA en el tejido productivo depende de inversiones adicionales como las destinadas a mejorar la capacitación de empresarios y trabajadores, nuevos procesos, servicios en la nube y gestión de datos. Las cualificaciones son particularmente importantes. Las empresas necesitan habilidades generales para adoptar aplicaciones existentes, pero necesitan conocimientos avanzados para innovar, o para adaptarlas a necesidades específicas. España tiene niveles relativamente bajos de educación, escasa inversión en formación y menor participación de mano de obra cualificada que la mayoría de los países europeos. Casi el 25% de los trabajadores no tiene suficientes conocimientos digitales. Además, muchas pequeñas empresas carecen de una gestión profesional, con la propiedad, gestión y dirección concentradas en una sola persona, normalmente sin estudios superiores.
La inversión en I+D e innovación también es importante. Sin embargo, España solo invirtió el 1,4% del PIB en I+D en 2021, frente al 2,7% en la media de la OCDE. Otro factor importante es el dinamismo empresarial. La productividad agregada se beneficia de que las empresas más productivas (a menudo, las que utilizan IA) obtengan más cuota de mercado, y de que las menos productivas (a menudo, las que no utilizan IA) reduzcan su tamaño o abandonen el mercado. El dinamismo empresarial en España se ha ralentizado en las últimas décadas y cuenta con una elevada proporción de empresas de baja productividad. Sin embargo, hay algunas señales positivas. La inversión en capital riesgo de las empresas españolas de IA ha ido aumentando en los últimos años, pasando de solo 270 millones de dólares en 2020 a más de 1.500 millones en 2023.
En un mundo donde las empresas confían cada vez más en los procesos digitales, la seguridad digital es cada vez más importante. Tras la próxima introducción de la Ley europea sobre IA, las empresas españolas tendrán que garantizar el cumplimiento de sus directrices, lo que suele ser más fácil para las grandes empresas que para las pequeñas. También es importante garantizar que los aumentos de productividad de la IA sean aceptables desde el punto de vista social y no aumenten el poder de mercado o la desigualdad. Será necesario prestar una atención especial a la formación para abordar el inevitable desplazamiento de puestos de trabajo relacionados con la IA y reducir sus posibles efectos sobre la desigualdad.
El papel de la IA como motor del crecimiento de la productividad en España depende de que se implementen, en paralelo, decididas mejoras en todas las políticas que le afectan en la buena dirección. Es especialmente relevante considerar la IA como una herramienta que puede ayudar a aumentar la productividad siempre y cuando se combine con otras acciones no como una panacea que pueda superar, por sí misma, todas las barreras que vienen frenando su crecimiento desde hace al menos dos décadas.
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