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Elecciones en Estados Unidos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El precio del beicon y los molinos de viento en la mente de Trump

El infantilismo y la falta de conexión con la realidad de Trump empeoran a medida que se acerca a los 80 años

Elecciones en Estados Unidos
Una pareja hace la compra en Wheeling, Virginia (Estados Unidos).Nam Y. Huh (AP Photo/LAPRESSE)
Paul Krugman

Últimamente estoy obsesionado con el beicon o, más exactamente, con la obsesión de Donald Trump con el precio del beicon, que ha sido durante mucho tiempo su indicador favorito de la inflación. Porque me parece que las falsas afirmaciones de Trump sobre los precios del tocino, y sus aserciones sobre lo que los impulsa al alza, nos dan una muestra de su discernimiento. Y lo que vemos no es agradable. Probablemente no les sorprenderá oír que nada de lo que dice Trump sobre los precios del beicon es cierto. Sería una exageración decir que miente con la misma facilidad con que respira; los adultos respiran normalmente entre 12 y 18 veces por minuto, mientras que Trump, durante su reciente rueda de prensa en Mar-a-Lago, solo pronunció unas dos mentiras o distorsiones por minuto. Pero lo cierto es que miente mucho, aunque, para ser justos, no estoy seguro de si miente sobre el beicon a sabiendas o simplemente se hace el tonto a propósito.

Tampoco debería sorprenderles que siga diciendo que el tocino cuesta cuatro o cinco veces más que hace unos años, a pesar de que esta afirmación ha sido ampliamente desmentida. Como señala Daniel Dale, de CNN, es la práctica habitual del candidato: “Gracias a una cínica perseverancia, Trump a menudo se las arregla para aguantar más que la mayoría de los medios de comunicación en su disposición a corregir cualquier falsedad en concreto”.

Sin embargo, me parece que la desinformación de Trump sobre el beicon destaca sobre el resto de sus mentiras porque es muy fácil de refutar por la experiencia cotidiana. Comparen esto con la delincuencia. Cuando Trump declara que estamos en medio de una oleada de delitos sin precedentes a pesar de que los crímenes violentos empezaron a disminuir poco después de que él dejara el cargo, pues bueno, la gente suele suponer que la delincuencia es terrible en algún lugar, aunque ellos no la experimenten. En concreto, muchos estadounidenses creen que Nueva York, una ciudad increíblemente segura, es un infierno urbano.

Pero casi todo el mundo que compra alimentos tiene al menos una idea aproximada de lo que cuesta el tocino. La Oficina de Estadísticas Laborales afirma que, en julio, el precio medio del beicon era de 6,88 dólares el medio kilo. Eso coincide con lo que yo veo: mi supermercado local ofrece la marca de la tienda por 5,69 dólares el medio kilo. Hay quienes afirman que las cifras oficiales subestiman la inflación de los alimentos, pero las estimaciones privadas independientes de los cambios en los precios de los comestibles son básicamente idénticas a las de la Oficina.

Así que cuando Trump hace afirmaciones descabelladas sobre lo mucho que han subido los precios del beicon, no hace falta un análisis detallado para saber que esas afirmaciones no pueden ser ciertas. Después de todo, sus cifras significarían que hace unos años se podía comprar tocino por menos de dos dólares el medio kilo; en realidad, no ha sido tan barato desde la década de 1980.

Y la afirmación de Trump de que se ha vuelto inasequible es claramente falsa si comparamos los precios con los ingresos de un trabajador medio. Según ese criterio, el beicon es más asequible ahora de lo que lo fue durante la mayor parte del mandato de Trump.

¿Por qué, entonces, habla Trump del beicon? Supongo que es porque intenta parecer alguien que está en contacto con la vida de los estadounidenses de a pie, aunque nos revele, sin querer, que no ha visitado un supermercado últimamente, o quizá nunca. Sin embargo, lo realmente extraño es la explicación de Trump de lo que él supone que es la razón de que el beicon cueste tanto. Verán, todo es por la energía eólica*.

Ha habido algunos intentos de convertir las divagaciones de Trump sobre este tema en un análisis económico coherente. Un esfuerzo inútil, en mi opinión. Trump simplemente odia los molinos de viento, y expresa ese odio siempre que puede.

Y más o menos sabemos por qué Trump odia el viento. Se remonta a su infructuoso intento de bloquear un parque eólico marino que, según él, arruinaría las vistas desde un campo de golf que posee en Escocia. Todo esto demuestra que no se puede hablar de la campaña presidencial de este año utilizando el lenguaje político convencional.

Los candidatos normales, como Kamala Harris, tienen opiniones políticas e ideas sobre políticas, que se pueden analizar y criticar por su exactitud y efectos probables. Algunos analistas han exigido a Harris que dé más detalles sobre sus propuestas políticas, pero lo cierto es que tenemos una idea bastante clara de lo que hará en la mayoría de los temas si gana, algo que no puede decirse de su rival. Porque Trump no tiene opiniones políticas coherentes; tiene prejuicios, algunos de ellos basados en la petulancia pura, que son impermeables a los hechos. Y su infantilismo y falta de conexión con la realidad, aunque presentes todo el tiempo, parecen haber empeorado a medida que se acerca a los 80 años.

Es cierto que tenemos una buena idea de lo que trataría de hacer en algunos frentes; básicamente, imponer aranceles altos en un intento de eliminar el déficit comercial de EE UU y detener a millones de personas con la intención de librar a la nación de los inmigrantes indocumentados. Pero las disparatadas opiniones de Trump sobre el beicon y los molinos de viento son uno de los muchos indicios de que elige creer en (o al menos contar) historias —sobre la economía, la energía, el crimen, y más— que encajan con sus prejuicios, y no cambia esas historias aunque haya señalado reiteradamente que chocan frontalmente con la realidad. ¿Cómo creen que va a resultar eso si sus aranceles no solucionan los déficits comerciales o sus planes de deportación masiva tienen los efectos económicos catastróficos que muchos analistas han predicho?



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